viernes, 13 de octubre de 2023

Queyras y (un poco de) Ecrins

Volvemos a los Alpes por segunda vez este verano. Nuestro destino inicial se situaba más al sur, con la Brecha de Rolando y la zona de Gavarnie como objetivo.

 


Pero, echando cuentas, tardábamos casi lo mismo en llegar a Pont de Espagne que al macizo de Queyras, así que no nos lo pensamos demasiado y optamos por Alpes. Es 11 de agosto de 2023 y nos morimos de ganas de retomar la "van life" en los esta gran cordillera.

De camino a nuestro primer objetivo, nos detenemos en Barcelonnette, la ciudad que da acceso a los Alpes de Mercantour. 

Ya la habíamos visitado hace unos años, pero, pese a conocerlo, nos sorprendió el curioso influjo mexicano que lo inunda todo y que, todo sea dicho, sirve como un potente reclamo para los visitantes.

Arqueología bélica: Restos de la Línea Maginot en los Alpes

En 2019 visitamos la zona de Saint-Ours, al este de Barcelonette. Mientras observábamos la entrada a un bunker situado en las mediaciones del pueblo, nos llevamos un buen susto cuando, de repente, se accionó el puente levadizo sobre el foso y salieron unos visitantes. 


En ese momento decidimos que queríamos verlo. Cuatro años más tarde, tuvimos la oportunidad de entrar en un interesante y claustrofóbico laberinto bajo la montaña.

El bunker de Saint-Ours Haut forma parte de la Línea Maginot , situada en la comuna de Val d'Oronaye, en el departamento de Alpes de Alta Provenza. Se trata de un enorme bunker artillado, cuyo fuego, cruzado con el de Roche-la-Croix (en la ladera contraria), debía impedir la salida del Col de Larche por el valle de Ubayette.

Excavado en la roca, construido con hormigón armado y acero, la estructura se encuentra enteramente bajo tierra, protegiendo así a los equipos y al personal. Sólo son visibles los bloques de combate, formados por troneras o campanas blindadas.


En el interior, las galerías albergan las zonas habitables: cuarteles, almacenes, central eléctrica. La línea Maginot de Ubaye se distinguió durante la ofensiva italiana de junio de 1940.


Un francés muy puesto en la historia del Bunker (y de lo aconteció cuando estaba operativo) nos recibe en la entrada y nos explica con todo lujo de detalles cada uno de los rincones dentro y fuera de la fortaleza.


Impresiona saber que en él llegaron a habitar más de 200 personas. Para que todo funcionará contaba con un complejo sistema de depuración de aire, grupos electrógenos, depósitos de agua, combustible, enfermería etc.


La visita dura algo más de lo esperado. Llegamos a la furgo y ponemos rumbo a Fouilluse

 Refugio Chambeyron y Tete de Frema (3.1 51 m)

El objetivo, es subir a un 3.000 muy sencillo, la Tete de Frema (3.1 51 m), haciendo noche en el Refugio Chambeyron. No es imprescindible pernoctar en la montaña, pero acometer la ascensión en un día puede resultar algo largo.

Hoy es domingo y hay muchísima gente caminando, bastante más de la esperada. No habíamos caído en que para los franceses también es puente, y como pasa en España, estos días son los menos activos (laboralmente hablando) del año.

Nos cuesta algo encontrar aparcamiento. Salimos a una hora no muy buena para comenzar a caminar. Son las 14.30 y hace un calor de justicia. Para amenizar, cientos de moscas nos acosan sin piedad… Menos mal que a ratos hay algo de brisa que además de refrescar, se lleva a los pesados dípteros lejos de nosotros.

El entorno es muy calizo, y por tanto, muy seco. Pero las formas de las montañas cercanas son espectaculares.

Una gran parte del camino al refugio transcurre por praderas donde hay una enorme cantidad de edelweiss,. Nunca habia visto tal concentración de estas emblemáticas flores. Preciosos.

Ya cerca del refugio, se divisa la mole càrstica del Brec de Chambeyron. Por más que lo miro no alcanzó a trazar una vía normal medianamente factible.


El Refugio de Chambeyron está a 2.626 m, junto al Lac Premier. No es una construcción especialmente estetica, pero cumple su cometido. Una de las encargadas del refugio (todo el staff es femenino) se pone muy contenta, ya que puede hablar en español. Según nos dice somos los primeros que pasan por allí desde que está trabajando. 

Nos tomamos un sirope y hacemos algo de tiempo hasta la hora de cenar. Charlamos un rato con unos holandeses que están haciendo ruta, y con varios franceses, muy majetes.

La cena consiste en pure de lentejas o algo así, y arroz con una especie de salchichas que, según nos comentaron, son típicas de Reunion. 

Nos gusta mucho ir (de tanto en tanto) a algún refugio. El ambiente en estos pequeños refugios franceses es muy familiar y agradable. Nos reafirmamos de nuevo en nuestra idea de que los franceses, en general, son gente amable y simpática.

Después de cenar, se pone a llover. Las nubes liquidan nuestra idea de ver las lágrimas de San Lorenzo, pero a cambio nos premia con un arco iris sobre el Brec de Chambeyron que no olvidaremos.

Nos levantamos a las 7 y desayunamos lo típico de los refugios: pan (chicloso) con mantequilla y mermelada. Comenzamos el camino a eso de las 8, con fresquito. Hace un día magnifico.

Las montañas que nos rodean nos recuerdan mucho a los Picos de Europa.  Pasamos por varios lagos. El Lac Long, Lac de l-Etoile y finalmente el Lac des Neuf Colours. Este último es el mayor y tiene realmente unos colores espectaculares. 

Desde allí podemos distinguir la cumbre. Para llegar a ella, debemos alcanzar primero el Col de la Gypiere, de 2.948 m, paso previo a la cumbre.  El camino es muy bueno, si tenemos en cuenta que se trata de una montaña de altura considerable.

Las vistas son preciosas. El Brec destaca al Sur, y bastante más lejano, el omnipresente Monviso. No hace nada de frío en la cumbre, por lo que aprovechamos para descansar algo antes de acometer el descenso.

El camino es común hasta el Lac Long. Cogemos en ese punto un sendero que transcurre junto a los contrafuertes del Brec de Chambeyron. 



En el descenso, pocos kilómetros antes de finalizar, hay unos búnkeres de la línea Maginot

Continuamos nuestro periplo. Tomamos dirección al Col de Agnel, pasando previamente por el Col de Vars. Paramos a dormir en un parking en las primeras rampas del puerto.

Remontamos lo que nos queda hasta el Col de Agnel y llegamos hasta el primer pueblo italiano con la sana intención de tomarnos un capuchino. Chianale es una pintoresca población a la que después volveremos para verla más en detalle. Satisfecha nuestras ansias de cafeína  (de calidad), volvemos a Granges del Rio, una curva del puerto donde aparcamos para acometer la ascensión de Pointe Joanne, de 3.052 m.

Pointe Joanne (3.052 m)

El camino discurre íntegramente por el Valle de Soustra. Se trata de un valle muy amplio, donde la ganadería extensiva de bovino parece ser la actividad principal.

Los primeros 3,5 Km son bastante planos, y no se supera un gran desnivel. A partir de ahí, y hasta el Colle Rosetta  (2.872m) se empina algo más, siendo los últimos metros hasta alcanzar el paso los más duros.

Atravesar el collado, si hay buena visibilidad, es una experiencia difícilmente olvidable. Frente a nosotros, y a muy poca distancia  (2,6 Km en línea recta), está el colosal Monviso, de 3.841 m. 

A su izquierda, siguiendo una escarpada cresta, se encuentra el Visolotto, una pirámide perfecta de 3.348 m.

Monviso es uno de los picos más prominente de los Alpes, alcanzando los 2.062 m, la décima más grande de la cordillera. (La prominencia de una montaña es el valor del desnivel que por fuerza es necesario descender desde la cima de una montaña para alcanzar la cima más cercana). Esto provoca que Monviso sea visible desde casi todas partes.

La vía normal al Monviso transcurre por la vertiente sur, y no es visible desde nuestra ubicación (vemos la cara oeste). Cuesta imaginar cómo puede accederse a semejante cumbre sólo superando unas trepadas fáciles (PD+).

Tras extasiarnos con las vistas, retomamos el ascenso. Éste, transcurre por la loma SW de la Pointe Joanne sin ninguna dificultad, y siempre acompañados de unas vistas tremendas de Monviso a nuestra derecha.

Llegados a la cima, las nubes que hasta hace unos minutos decoraban el paisaje pasan a ocultarlo totalmente.

Es entonces cuando somos capaces de observar la belleza de las modestas cumbres cercanas en la arista Oeste de la Pointe.

El descenso discurre por la misma ruta, y se hace algo largo.

Tal y como habíamos previsto, visitamos Chianale. El pueblillo está super animado, y merece la pena recorrerlo. 

Entramos en un pequeño museo donde se exhiben trajes antiguos, cofias y demás artesanía popular. Un par de pequeñas iglesias son también dignas de visitar.

Aparcamos la furgo ya con poca luz junto a un pequeño laguito cerca del Col Agnel

Estamos a 2.600 m. Desde allí es visible el Pain de Sucre, el cual escalamos en 2.020, y el Pic d'Asti, el cual queremos ascender en cuanto podamos.

Pic de Caramantran  (3.021 m)

Hoy nos hemos propuesto ir “de tranqui” y nos inclinamos por hacer una ascensión express a un tresmil. Se trata del Pic de Caramantran  (3.021 m), y la condición de “express” se la da el punto de partida. Comenzamos a caminar cerca del Col Agnel, a 2.700 m. 

La ruta comienza en el primer parking de la vertiente francesa. Sigue un camino que, sin pérdida ni mayores complicaciones, alcanza el Col de Chamoussiere  (2.882). Allí, un simpático francés jubilado nos informa sobre las cumbres cercanas. Continuamos sin mayor problema a la cumbre.

Para regresar continuamos el camino que discurre (sur) hasta el Col de Saint Verán.

Distinguimos perfectamente el itinerario que hicimos por la zona de Saint Verán en 2020, el Tour de la Tete des Toillies.

La Tete des Toillies es una preciosa aguja rocosa de 3.175 m de altitud, y el citado tour la rodea. Se aprecia perfectamente el trazado del camino que desciende del Col de la Noire, donde nos mojamos bastante, y el Refugio de la Blanche, en el fondo del valle.

Desde el Col de Saint Verán hasta el Col de Chamoussiere el camino es básicamente plano y bastante menos frecuentado. Desde ese punto, volvemos sobre nuestros pasos, pero desviándonos al propio Col Agnel y no al parking, con la intención frustrada de comprar unas ricas gominolas en un puesto que hoy no está.

Cogemos la furgo y descendemos el puerto por la vertiente francesa. Todo nos resulta familiar: Molines en Queyras, el Fort de Queyras… y el Col d’Izoard, hacia donde nos dirigimos, y que encontramos tan bonito y espectacular como siempre. 

Un tresmil también muy prominente, Pic de Rochebrune, se asciende desde el Col, pero hay carteles desaconsejándolo por peligro de desprendimientos. Paramos a dormir en un área de pago cerca de Montgenevre.

Tour de Cerces

Nuestro plan inicial para hoy era ascender al Mont Chaberton, un tresmil que tiene la particularidad de albergar las ruinas de unas baterías de artillería. Sin embargo, el tiempo es más que dudoso y nos planteamos otro recorrido a menor cota y (aparentemente) más sencillo.

Nos desplazamos al Val de la Claree, concretamente hasta Nevache. Se trata de un valle muy turístico y frecuentado, en el cual han habilitado unas “navetes” para evitar pollos con los coches. No estoy nada convencido con ir a un lugar tan turístico, pero, objetivamente, es la mejor opción para hoy.

Tomamos la navete, y bajamos en la última parada, el Refugio de Laval. Hay bastante menos gente de la esperada, quizás por lo incierto de la meteo.

Nuestra intención es hacer el Tour de Cerces. Se trata de una ruta circular entorno a la Pointe de Cerces  (3.098 m). Tiene dos atractivos: se pasa por muchos lagos, y es una zona geológicamente muy interesante, en un entorno kárstico salvaje donde también se encuentran rocas metamórficas  (granitos). Comenzamos el recorrido superando una pendiente muy mantenida hasta el Lac des Beraudes, a unos 2.500 m de altura.

El lago es de un azul intenso, y se encuentra inmerso entre ásperas montañas calizas.

Hasta el lago hemos encontrado bastante gente. A partir de aquí, disminuye considerablemente el número de caminantes. Bordeamos el lago siguiendo el camino que lo recorre por el sur. Poco después, la ruta discurre por empinadas laderas de grava, y en algunos casos el camino es francamente estrecho y empinado. Hay que ir con cuidado.

Nos tranquiliza cruzarnos con algunos excursionistas muy mal equipados (incluso con chanclas), pero poco después nos encontramos con un paso de cable que nos hace pensar cómo diablos han pasado por allí.

Llegamos al Col de Beraudes  (2.770 m), lo que implica unos 700 m de desnivel. 

Los primeros centenares de metros del camino que baja desde el collado por la vertiente sur son bastante vertiginosos y, de nuevo, es necesario prestar mucha atención. Especialmente en un destrepe, equipado con cable.

Ya en terreno seguro, tomamos el bocata y continuamos hacia nuestro siguiente hito, el Col de Ponsonniere  (2.613 m). El paisaje en esta zona es espectacular, y pasamos por unas pequeñas lagunas llenas de algodón de los Alpes y unas preciosas mini-ranas.

Una vez en el Col, tomamos dirección norte por un camino mucho más transitado. Llegamos así al Lac des Cerces, donde hay mucha gente  (comprensiblemente). 

El lago es bastante grande, y de, relativamente fácil acceso. Tras otro refrigerio, y con el tiempo cada vez más favorable, seguimos por el camino, muy transitado, que lleva al Col de Cerces  (2.574 m). Flipamos con una gravel que bajaba por allí como si nada, y con dos bicis eléctricas (una de las cuales sufrió una caída y tuvimos que atenderle por un golpe en la tibia, nada grave). Desde el Col es visible el camino que sube a la Pointe de Cerces.

Al poco tiempo pasamos junto a dos lagos, el Lac du Grand Ban y el Lac Rond. Paramos un ratillo junto al Lac du Claree, donde aprendimos que a las ranas no le gusta la mortadela. 

El Bunker Ouvrage des  Rochilles nos recuerda que estamos en zona fronteriza, y no siempre ha habido buena relación ente vecinos.

En el Refuge des Drayeres paramos a tomar el tradicional sirope (yo elegí uno de violetas, suena bien, pero sabe mal).


A partir del refugio puede regresarse por la pista o (mejor) por un camino que va más o menos paralela a ella, a la derecha. Llegamos algo cansados hasta el Refugio de Laval, donde cogemos inmediatamente la Navete hasta Navache. Aparcamos cerca del Col du Lautaret.


Pic Blanc du Galibier  (2.954 m)

Subimos hasta cerca del Col du Galibier, junto al Refugio del mismo nombre. Hoy toca ir volviendo hacia casa, y no es plan meterse en una caminata larga o complicada. Tomamos un café en el refugio  (más bien una cafetería de carretera) y comenzamos nuestro camino de hoy, que va al Pic Blanc du Galibier  (2.954 m).

El Grand Galibier  (3.228 m) es complicado desde aquí. La ruta normal va por el Col de la Ponsonniere, que pasamos en la ruta de ayer. Pero tienta  (y mucho) subirlo.

El camino en un principio es común a otro piquillo cercano, el Petit Galibier Ouest. No llegamos a subirlo, sino que rodeamos su cumbre por el norte hasta alcanzar la cresta que lleva a nuestro objetivo.

Hasta aquí, el caminillo es algo estrecho y en algún momento empinado y resbaladizo. Decidimos seguir a plena cresta, pero al poco vemos que puede ser peligrosillo y nos escaqueamos haciendo algún flanqueo para luego volver a ella. Los últimos 100 m son un zigzag por la ladera Este del  Pic Blanc du Galibier. 

Tenemos un pequeño percance con el hito que marcaba la cumbre y que se derrumbó al tocarlo, golpeando la mano a Ester. 

Desde la cumbre las vistas son muy amplias, y abarcan desde La Meije, la Aiguille d’Arves y el Grand Galibier.

Decidimos ir “a lo seguro” y bajamos por un camino mucho mejor que discurre por el sur del Petit Galibier Ouest. El problema es que este sendero finaliza a algo más de 1,5 Km del lugar donde hemos aparcado (tampoco es un problemón)

Con esta ascensión damos por finalizada la actividad montañera. Pasamos por Le Bourg-d'Oisans, un pueblo que conocemos y que nos gusta mucho para luego llegar al mítico Saint Paul Trois Chateaux, donde pasamos la noche. 

jueves, 12 de octubre de 2023

El Valais y el Valle de Aosta

La visita a Alpes en verano ha pasado de ser una obligación (durante la pandemia resultaba la opción más exótica) a algo muy diferente, casi una tradición. Un destino cercano pero espectacular, un lugar familiar donde nos encontramos a gusto y con infinitas posibilidades para caminar, conocer rincones encantadores y disfrutar de vistas que estremecen.




Este año hemos dividido nuestra primera visita en dos fases: el Valais y el Valle de Aosta. Diferentes temperamentos, culturas.. y precios.

Mont Joly (2.525m), el Monte Bonito

Vale que bonito en francés es "joli", con i latina, pero me permito la licencia con el juego de palabras para describir la primera montaña de esta temporada en Alpes. El camino al Valais es largo, y decidimos hacer una parada en la zona del Mont Blanc y de paso subir esta modesta cumbre del macizo del Beaufortain. El punto de partida es el Plan de la Croix (junto a Saint Nicolás de Veroce). 

Aparcamos en el parking de una estación de esqui, con unas vistas espectaculares y allí pasamos la noche. 

Amanece muy nublado. Unos 300 m por encima nuestro, hay una gran nube que lo tapa todo. Pero el pronóstico es bueno, y decidimos arriesgarnos a superar los más de 1.000 m que nos separan de la cima. El camino comienza junto a las pitas de esqui, para luego continuar por una pista forestal entre parados de vacas.

Un giro a la izquierda nos hace ganar altura con bastante rapidez, hasta alcanzar una loma que es la arista NE del Mont Joly.  A medida que avanzamos, la niebla se va disipando, y nos permite contemplar la antecima.

Porco a poco, podemos distinguir la Aiguille Verte y los Dru, así como la inconfundible Aiguille Du Midi.

Llegamos a la antecima con un tiempo más que aceptable. Desde allí a la cumbre son unos 300 m de desnivel. Al llegar es visible gran parte del macizo del Mont Blanc. Destacan por su cercanía el Dome de Miage.

Claramente eclipsadas por las cimas más imponentes de los Alpes, las que tenemos a nuestras espaldas son, aunque de menor altura, no menos espectaculares y atractivas. Hay dos que destacan: Las Aiguille Rouges y el Mont Percee.

Tras comer algo y hacernos las fotos de rigor, regresamos sobre nuestros pasos. Antes de llegar a la antecima, nos desviamos a la izquierda, para pasar por el Refugio del Mont Joly. Se baja por pistas de esquí muy estrechas y francamente empinadas. Paramos a tomar el tradicional sirope de granadina, y luego retomamos la bajada, ya con bastante calor.

Picamos algo en la furgo y bajamos con la intención de presenciar…. ¡¡¡¡El Tour de Francia!!!!!

El ambiente es más que festivo. En algunos casos, algo desfasado. Nos posicionamos para ver la caravana inicial, algo así como la cabalgata de los Reyes Magos pero con carrozas laicas desde la que tiran "pongos" de todo tipo. Además, este año, están roñicas y casi no pillamos nada.

Estamos a 5 Km de  la meta, y es digno de ver el esfuerzo de los primeros ciclistas que llegan. Los últimos avanzan por un estrechísimo pasillo que les deja la gente, ansiosa de darles una palmadita y hacerse una foto. Con el Tour pasa como con el futbol: te guste o no , merece la pena verlo al menos una vez en la vida.

Decidimos ir carretera arriba, huyendo del pollo que seguro se ha montado con todos los coches saliendo a la vez. Aparcamos para pasar la noche en el parking de Norte Dame de la Gorge.

Continuamos hacia Chamonix, y luego Argentiere, para luego cruzar la frontera con Suiza. La primera ciudad importante que encontramos es Martigny, y resulta muy poco suiza para ser suiza: No parece especialmente rica, e incluso podría considerarse algo más cutre que las ciudades francesas. Nos damos una vuelta para ver sus principales activos, la mayoría de la época romana.

Seguimos hacia el este. Queremos hacer una ruta que viene recomendada en la guia que llevamos, y que tiene fama de ser muy espectacular, el Sentir des Chamois. Para ello debemos dormir en Le Chable, cercano al punto de salida. Teóricamente, hay un gran parking donde se puede pernoctar, pero, mala pata, esos días el espacio está ocupado por un circo. Pero muy cerca, junto al rio, parece que puede pasarse la noche. Así que allí nos quedamos.  Sel Sentir des Chamois no es circular y eso complica mucho la logística. Encontramos otra ruta alternativa que promete tener unas preciosas vistas. Se trata del Col de Otanes. Mañana veremos…

El Col de Otanes (2.846 m), mirador excepcional del Grand Combin

Amanece regu… No obstante, tiramos hacia Mauvoisin (cerca de Fionnay) muy tempranito. Pese a las horas, hay mucho tránsito por las estrechas carreterillas. Dejamos el coche junto a la Presa de Mauvoisin, la más alta de Europa según dicen. Desayunamos allí, y nos ponemos a caminar. Nuestro objetivo, el Col de Otanes

El sendero sube con alegría por la ladera norte. Tras no demasiado tiempo, se pone a llover. Son cuatro gotas, pero lo cierto es que esta todo bastante tapado.  Son perder de vista las nubes, vamos ganando altura por unas zetas muy bien trazadas.

Tras los zigzag, el camino sigue en dirección NW para luego girar al SW. Todas las “dificultades” que la orografía provoca son resueltas mediante escaleras. Está muy bien mantenido este caminillo.

Tras cerca de 1000 de desnivel alcanzamos el Col de Otanes (2.871 m). Ya prácticamente no hay nubes, y el paisaje es alucinante.



El Grand Combin, una mole de 4.314 m, genera un glaciar muy grande (aunque cada vez, menos) que pasa unos 200 m por debajo de donde nos encontramos. 

Dado que el día parece bastante bueno, decidimos regresar a Fionnay en lugar de volver sobre nuestros pasos. En la vertiente oeste del collado, el camino es algo peor (el terreno es mucho más inestable), pero no deja de ser aceptable. Nos cruzamos con uno grupo que está haciendo la famosa Chamonix - Zermatt, y me dan bastante envidia.

Al pie del collado está la Cabane Panossiere (2.645 m).Ubicación espectacular. Nos tomamos un sirope super barato (1€) y una tarta de almendras riquísima (6€, no tan super barato). 

La chica que atiende me explica que estuvo 10 años viviendo en Valencia. Que es teleco, pero que la vida la ha llevado allí, pasando entre tanto por colaborar con un espectáculo de danza donde bailan humanos y maquinas. Curioso personaje.

A una media hora en dirección a Fionnay esta la Pasarela de Corbassiere

Es un puente colgante de unos 300 m suspendido sobre el glaciar del Grand Combin. Ahora pasa por encima del río que éste genera. Según parece, el retroceso de glaciar hacia peligrosa la travesía entre la Cabane Panossiere y otro refugio (Brunet), por lo que decidieron construir este espectacular puente.

Bajamos a partir de la pasarela prácticamente solos. Un buen tramo del trayecto de bajada es el “camino de servicio” de una acequia. Hay infinidad de flores y mariposas. El murmullo del agua nos hace compañía permanentemente, y además la bajada es suave. ¿Que más puede pedirse?

Las últimas pendientes están bastante empinadas, y el pueblo está ya a la vista. Cuando parece que ya nos hemos librado de la tormenta, esta se manifiesta repentinamente y nos calamos en los escasos segundos que tardamos en sacar el impermeable de la mochila. Al llegar al pueblo, hace sol de nuevo.

Ahora el problema es como subir a por el coche. Podemos esperar al bus (no te menos claro si podemos pagar con tarjeta y no tenemos francos). También puedo subir yo a pata, pero son 2,5 horas. O podemos hacer dedo. Optamos por esto último, con bastante éxito. Nos sube nos turistas belgas muy majetes.

De nuevo en la furgo, enfilamos a Zermat, evitando peajes y autovías (no tenemos viñeta). Paramos a dormir en Oberems, un pequeño pueblillo con un parking donde está permitido pernoctar. Tranquilisimo.

El Matterhorn y su decepcionante Ruta de los 5 Lagos

Nos levantamos pronto (6 AM). Hace mal dia, y cuando estamos llegando a Tasch llueve con alegria. Pero el pronóstico es bueno, así que Continuamos como si nada. Dejamos la furgo en el Camping Attermenzen, situado poco antes de llegar a Tasch (39€, caro). Desde allí podemos tomar un taxi colectivo a Zermatt por 8€ cada trayecto, cosa que hacemos y a las 9.30 estamos en Zermatt.
A esta hora del día el tiempo ha cambiado radicalmente y el Matterhorn puede verse casi en su totalidad. Vamos a la oficina de turismo, y decidimos hacer la Ruta de los 5 Lagos, la más popular de la zona. Para ello, hay que tomar un funicular hasta Sunnegga. En lugar de hacer el recorrido “original”, que sale de Blauherd (una estación  más arriba) decidimos subir por un sendero que esta, afortunadamente, muy poco concurrido.


Una vez en Blauherd, la cosa cambia. Cientos de turistas de pelaje muy variado realiza esta ruta. El paisaje es, por un lado, espectacular con la presencia de algunas de las montañas más bellas de los Alpes: Cervino, Breithorn, Weisshorn… Pero por otro,  Zermatt es probablemente la zona de los Alpes (quizás, del mundo) con mayor densidad de elementos antrópicos discordantes. 


Mires por donde mires hay teleféricos, telecabinas, telesillas, cables, líneas de alimentación eléctrica, cañones de nieve, pistas de esquí y de las otras, y cientos de personas pululando. Si, saturado de tanta infraestructura en la montaña, cierras los ojos, tampoco encontrarás descanso alguno ya que, permanentemente, se escucha el motor de los helicópteros que llevan a los turistas más ricos a ver las maravillas de los Alpes desde el cielo. 


La ruta pasa por uno de los lugares desde los que salen las mejores fotos del cervino. Pero el viento y los cientos de turistas arruinan la foto y el momento en general. Llegamos a la estación del funicular de la que henos salido y regresamos a Zermatt .



Una vez en el pueblo, nos dirigimos a ver el Museo Alpino, junto a la iglesia. Explican con bastante detalle la primera y dramática Ascensión al Matterhorn. 
La primera ascensión al Cervino, tuvo lugar en 1865. Fue un hito en la historia del montañismo. El grupo liderado por Edward Whymper, un inglés, logró alcanzar la cima, pero en el descenso, una cuerda se rompió, causando la caída de cuatro miembros del equipo, que murieron. Whymper y dos guías italianos sobrevivieron, marcando la primera ascensión exitosa, pero también una tragedia. Este evento trascendental influyó en la seguridad y ética del montañismo moderno, subrayando la importancia de la planificación y el trabajo en equipo en la escalada. 


El museo expone equipos de alpinismo, algunas reliquias originales de la primera escalada y otras cosas bastante inconexas. Entre ellas, el osito de peluche de Bonatti, el cual fue su único compañero durante la apertura del Pilar Bonatti, al Dru.


Resulta una exposición algo confusa. Visitamos el cementerio y alguna de las intocables tiendas. Regresamos al camping en el último taxi colectivo (19h).

Amanece un día de “puzzle del Matterhorn”. Debemos aprovechar esta circunstancia sí o sí. Cogemos de nuevo el colectivo, hacia el telecabina que nos dejará en Trockener Steg. La idea es hacer el Edelweiss Track, que lleva hasta una estación inferior del misma telecabina, Scharzee. Debo reconocer que, tras la experiencia del día anterior, me tocaba mucho las narices volver a tomar un telecabina (los cuales aborrezco) para hacer una ruta corta, cuesta abajo, y rodeado de turistas. A veces es mejor guardarse los principios, y si no mejor, a todas luces resulta más práctico. Llegados a la estación de Trockener Steg, todo es como imaginaba. Altavoces con musica, cientos de turistas pululando por los alrededores, y hierrajos por todas partes. Hago de tripas corazón y comenzamos la ruta. Afortunadamente, tras unos cientos de metros todo cambia. Montaña arriba, no hay más teleféricos u otros cacharros parecidos, y el Cervino, con su cara este y la Arista Hornli delante nuestro lo acapara todo. 


Da igual el berrinche, los 79€ que cuesta el telecabina, todo se olvida con la brutal presencia del peñasco. El camino pasa por varios lagos glaciares, donde en ocasiones se refleja la montaña. 
Son visibles en casi todo momento otros picos memorables, entre las que destaca el Breithorn (cuya Ascensión ha quedado humillante mente reducida a 200 m de desnivel, “gracias” a un telecabina), el Lyskam, el macizo del Monte Rosa y una buena parte del Valais, entre los que destaca el salvaje Weisshorn.

Cerca de la estación de Schwarzsee hay un pequeño repecho en cuya cima parte el camino al Refugio Hornli. Decidimos separarnos: yo subiría al refugio, mientras Ester va a su ritmo hacia el telecabinade regreso.  El camino comienza con un flanqueo para lo que se vale de unas pasarelas de tramex. Luego se encarama a lo que es el comienzo de la famosa Arista Hornli. 


Desde alli, la perspectiva es soberbia. La cara Este y la cara Norte son seccionadas por la Arista Hornli, sobre la cual me encuentro. Llamo a Ester para que venga; no puede perderse esto. Yo continuo hacia el refugio. Hay bastante gente, y avanzo tan rápido como puedo, corriendo a ratos. 
Algunas escaleras de gato amenizan la ruta, la cual es bastante empinada (sin llegar a ser difícil o peligrosa). 


Alcanzo el refugio, el cual encuentro más grande de lo que esperaba. Echo un vistazo por un telescopio que hay en la terraza, y compruebo que la vía está saturada de gente. No me extraña, esta montaña es un verdadero imán.


Desciendo, y me encuentro con Ester, que flipa tanto como yo del paisaje que se contempla desde la arista. No se anima a subir hasta el refugio, por lo que cvovemos tranquilamente hasta el telecabina. A pesar de los pesares, ha sido una experiencia muy positiva.




El Lac y Cabane de Dix

Regresamos al camping, rogando a la señora que nos deje ducharnos antes de partir. No pone problema. Algo después de las 17h nos dirigimos a nuestro siguiente destino el Lac de Dix
El día está más que incierto. Parece que se las pasará lloviendo a ratos durante toda la jornada. Ester dice que mejor salga yo corriendo a la Cabane des Dix, que es donde queríamos ir. Ella iría tirando poco a poco. Me pongo la ropa de correr y salgo con la certeza de que me mojaré.
El primer tramo, de unos 250 m de desnivel, me sitúan en la parte superior de la presa. 


La Presa de Grande Dixence, es una presa de gravedad en hormigón construida en el Dixence en la cabeza del Val d'Hérens en el cantón de Valais. Con 285 metros de alto, es la mayor presa de gravedad en el mundo, la presa más alta de Europa y una de las más altas del mundo. Se trata de una gran zona de almacenamiento de agua ya que el 56% de los glaciares de los Alpes están el cantón suizo del Valais. Entre 1929 y 1935 se construyó la primera presa en la cabecera del valle de Dix. Rápidamente y tras la II Guerra Mundial, las fábricas y empresas se multiplicaron y la necesidad de energía creció exponencialmente. Para dar respuesta a esta necesidad se construyeron numerosas presas, Grande Dixence entre ellas.
En ese contexto nace la compañía Grande Dixence, S.A. en el año 1950. Poco después, en 1951, se inician los faraónicos trabajos de construcción de la presa. Dónde 3.000 hombres trabajaron codo con codo durante 14 años, hasta 1965, fecha de inauguración de la presa actual. La presa original quedó sumergida bajo las aguas de la colosal Dixence actual.
Una pista más que aceptable rodea el embalse por el oeste. Sólo cuando la recorres a pie te percatas de las dimensiones de la reserva de agua. A los pocos kilómetros, me encuentro con varios túneles, los más grandes tienen incluso un interruptor para iluminarlos (no funcionaban cuando yo pase). 


La lluvia hace aparición poco después, como era de esperar, dejando algo más tarde unos minutos de tregua. No hay casi nadie por estos lares.
En el extremo sur del embalse, sale el camino que lleva a la Cabane. Hasta ese punto, hay 7,5 Km tomados desde la parte superior de la presa. El sendero sube con alegria, mientras el cielo se encapota más y más. Vuelvo a ponerme el impermeable, y decido no quitármelo más.
Paso a algunos senderistas, y después de unos 600 m de desnivel se llega a un paso desde el que se divisa la Cabaña. 


La ubicación es impresionante, en un pequeño promontorio entre el Glaciar de Cheilon y el de La Luette. Tras él, es visible La Serpentine, una mole de 3.789 m y La Ruinette, de 3.875m. Deciendo unos 100 m, y al poco estoy en el refugio. No hay nadie, si exceptuamos al personal de este. 


Aprovecho para calentarme y secarme un poco (fuera llueve bastante), pero pese a lo que apetece, me abstengo de pagar 5€ por un café. Es un refugio precioso. Tienen un piano electrónico y bastantes instrumentos. Nunca había visto algo así en un refugio.


Con bastante pereza, salgo y vuelvo sobre mis pasos. Cuando estoy cerca del embalse, Ester me llama y me informa de que va a realizar otra excursion: desde la presa, se dirigiría al Col des Roux y al Refugio de Prafleuri. Me convence para ir tras sus pasos. Lo cierto es que llevo ya unos cuantos Kilometros, 16 concretamente,. Retomo la interminable pista que rodea el lago, y tras 5 Km me desvío a la izquierda para tomar el camino que lleva al Refugio de la Barnaz (donde aprovecho para rellenar agua). 


Llegó al collado bastante cansado: 23 Km y 1.470 m de desnivel se notan. El descenso al refugio es bastante rápido, y allí me encuentro con Ester. Volvemos caminando tranquilamente, sin sucumbir a la tentación de coger el telecabina.
En la parte inferior de la presa hay un centro de interpretación donde explican en detalle todo lo referente a la construcción de la presa. Muy interesante.


Tras beber un poco de "recuperador" en la furgo, volvemos hacia la carretera principal. Paramos en Sion, una ciuada muy chula con un bonito castillo sobre una colina. No subimos hasta el, ya que aparentemente estaba cerrado. En su lugar, damos una vuelta por la ciudad y vimos un poquito de un concierto que daban gratuitamente (lástima no tener más tiempo para verlo entero). 


Continuamos luego hasta el Col de San Bernardo, donde pasamos la noche

Descanso activo en el Refugio Prarayer

Nos despertamos con 7ºC y una espesa niebla. Pensamos en el calor que están pasando en España y nos sentimos muy afortunados. Tomamos un café en la misma cafetería donde lo tomamos el pasado año, tras hacer la ruta de los 3 collados. Luego, descendemos hacia el Valle de Aosta. Concretamente, hacia el Lago Place-Moulin. Hoy queremos tomarnos el día “de tranqui” y una ruta por la ribera de este gran embalse, hasta el Refugio Prarayer, parece una buena opción.


El embalse tiene unas preciosas aguas azules, y el refugio (en realidad, más cafetería que refugio) es agradable. Tomamos el bocata y un café y bajamos relativamente rápido ya que nuestros amigos ya han llegado. Quedamos en un camping (La Grolla) en el Valle de Evancon, valle que nace en la ciudad de Verres.


Punta Alta Luce (3.185m), rememorando el primer 4.000

Hoy queremos hacer la ascensión a la Punta Alta Luce (3.185m). Para ello, debemos remontar el Valle de Lys. Paramos en Gressoney-Saint-Jean para hacer un café y visitar su iglesia. Seguimos remontando el Valle hasta Stafal, fin de la carretera.
El senderillo nos eleva sin prisa, pero sin pausa hasta una bifurcación. La mayoría de los senderistas elijen el ramal de la izquierda, que lleva al Glaciar de Lys. Nosotros tomamos el de la derecha.


Esta zona del Macizo del Monte Rosa nos es más que familiar a Jose Angel y a mí. Hace 30 años, estuve por aquí ascendiendo nuestros primeros cuatromiles: Piramide Vincent, Sgnalkulpe, y posteriormente, el Castor
El paisaje es algo limitado durante todo el camino. Eso es bueno y malo a la vez, ya que anticipa unas vistas brutales que precisamente obstruye la montaña que subimos. 
Llegaos al Colle Salza, de 2.882 m, la ruta a la Punta se empina considerablemente. Poquito a poco vamos ganando metros, hasta que alcanzamos Alta Luce, de 3.185 m. 


Las vistas son impresionantes. Frente a nosotros, y a relativa poca distancia, tenemos la Pirámide Vincent (la ascendí en el 1.992, creo), el Cormo Negro, Lyskam, Castor (ascendido en 2.004) y el Pollux.
Buscando, he encontrado este par de fotos: Piramide Vincent (1992)


Nos tomamos nuestro tiempo para disfrutar del paisaje, y luego retomamos la ruta. Continuamos hacía en Este, para luego regresar hasta las inmediaciones del Colle Salza. 


En Gabiet, todo el grupo menos yo cogen el teleférico. Yo prefiero descender a pie. El camino transcurre por pistas de esquí. En un momento dado, lo dejo y tomo otro que va justo bajo el cable del telecabina (error¡¡¡), y me veo obligado, tras ver que es impracticable, a practicar el jabalismo hasta dar de nuevo con la ruta correcta.

El Parque Nacional con el nombre más bonito de los Alpes

Queremos visitar el Parque Nacional del Gran Paradiso. Precioso y apropiado nombre para este rincón de Alpes. Por no repetir excursiones, elegimos acercarnos al Refugio Vittorio Sella.
Para esta excursión, ponemos rumbo a Cogne, una bonita ciudad orientada al turismo de montaña (esquí sobre todo). Posteriormente, aparcamos algo más arriba, en Valnontey donde damos una vueltilla y tomamos un café.
Empezamos a caminar algo tarde, y, en consecuencia, hay muchísima gente. El camino está muy trillado y es cómodo, ganando altura de forma suave pero constante.


Llegamos al refugio, un complejo de considerable tamaño, que es punto de partida para acometer diferentes ascensiones a los tresmiles cercanos. 


Una alternativa que pinta muy bien es regresar por el Torrente de Valnontey, pero es bastante más larga y lo desechamos, ya que mañana Jose y yo tenemos faena. No obstante, seguimos esa ruta hasta el Laghetto del Lousson, un lago pequeño, pero con unas vistas preciosas.


Las montañas que se encuentran al otro lado del Valnontey, como la Torre del Gran San Pietro y otras se reflejan en las aguas del laguito. Un buen lugar para descansar antes de retomar el descenso.


Monte Emilius (3.559m) por la vía ferrata.

Hoy es un día importante. Al menos para Jose Angel y yo. Queremos subir el Monte Emilius, una montaña de 3.559 m, que se encuentra justo sobre la ciudad de Aosta. La gracia es que queremos subirla y bajarla del tirón (normalmente se hace en 2 o incluso 3 días), y además hacerlo por su ferrata, de algo más de 2 Km de longitud y 600 m de desnivel.
Para acometer esta empresa, hay que madrugar y aplicarse para llegar a la resort de esquí de Pila bien pronto. Vamos los 4, si bien el resto hará una excursión más light, hasta el Refugio Arbolle.
Comenzamos a caminar antes de las 8 entre pistas de esquí y su sucedáneo para el verano, las trochas para las BTT enduro.
Tras algo más de 1h, llegamos al Lago di Chamole, a la sombra a esta hora.  Viramos a la izquierda (W), y ganamos poco a poco altura hasta el Col Replan (2.366 m). En ese punto tomamos un vertiginoso camino que, tras perder algo más de 200 m, alcanza el fondo del valle (Bocino Comboe), para luego recuperar la cota perdida con creces por la ladera opuesta.
El camino que nos lleva al Colle Carrel (2.913 m) es bastante cómodo, pese a que en su parte superior progresa por terreno pedregoso.


Hasta el Colle hemos tardado unas 4 horas, y ha supuesto unos 1.300 m de desnivel. En el Colle se encuentra el Bivacco Federico Zullo, una pequeña cabaña de madera recubierta de aluminio con capacidad para 8 personas y que está equipada con mantas y colchones. 


Hacia el Norte, a los pies del Colle se encuentra el Lago Carret y el Chalet Pecozz. Desde el cuello, puede ascenderse también un tresmil, Becca di Nona (3.142m).
En el collado no hay nadie, y en la ferrata los dos únicos escaladores están ya a mitad de vía. Les alcanzamos a ver mientras subíamos al cuello, pero cuando empezamos la vía les perdimos de vista.
Nos equipamos para la ferrata y nos metemos en faena. La vía transcurre desde las cercanías del Colle, y puede dividirse en tres partes. Progresando siempre por la arista, se alcanza en primer lugar, y progresando en dirección SE, la cumbre del Mont Ross di Comboe (3.285 m). 


Desde ese punto, la arista vira hasta tomar una orientación Este – Oeste, alcanzándose el Piccolo Emilius (3.387 m). El tercer tramo culmina en la cumbre del Emilius (3.559 m).
El inicio de la vía se encuentra a unos cientos de metros del Bivacco. Se trata de un cable forrado de plástico, anclado mediante pernos con “colas de cerdo”, que permiten reforzar la seguridad mediante técnicas de encordamiento en ensamble.


La vía es de mentalidad dolomítica: sólo hay escalones cuando la roca carece de agarres y apoyos suficientes. Las trepadas fáciles (II – III) pueden realizarse agarrándose al cable o “en libre”.
A los tramos de trepadas les suceden otros en los que se camina entre bloques o incluso por sendero. 



El cable sobra en bastantes ocasiones, pero supongo que resulta más fácil mantenerlo en toda su longitud que fraccionarlo.
Hace bastante frío. La nevada de hace un par de días y la cencellada hace que el cable tenga hielo en algunos tramos. La cumbre se ve helada. 
Una de las secciones más espectaculares de la ferrata, es un puente tibetano que evita un largo destrepe hasta un cuello, para posteriormente escalar hasta recuperar la cota perdida.


Pese a que las piernas acusan los metrillos de desnivel que llevamos, alcanzamos el Mont Ross di Comboe, donde la vía gira hacia la derecha.
El siguiente tramo continúa más o menos con el anterior, salvo alguna corta sección de peldaños muy vertical e incluso extraplomada. 


Así, se alcanza el Piccolo Emilius (3.387 m), desde el cual se ve el final de la vía. Está todo bastante helado y con un ambiente solemne.
Superamos los últimos tramos verticales. Uno de ellos tiene bastante hielo y tiene “truco”. Cada uno lo resuelve a su manera, y sin más problema que pensar cómo acometerlo antes de meterse en faena.
Los últimos metros hasta la Virgen de la cumbre transcurren por bloques. Al igual que en el resto de la vía, no hay nadie en la cumbre (a excepción de la Virgen). 


Hasta aquí hemos tardado 7,5 horas (paradas incluidas). Nos hacemos las fotos de rigor, y sin quitarnos de momento el equipo de escalada, comenzamos el descenso.
Retomamos el itinerario, el cual está muy bien señalizado con pequeños carteles amarillos fijados en las rocas. El descenso es bastante vertiginoso y algo incómodo. Perdemos altura rápidamente, hasta el Passo del Tre Capuccini (3.242 m), donde aprovechamos para comer algo y quitarnos los aperos de ferrata. A partir de ese momento, el camino se suaviza bastante.


Pasamos junto al Lago Gelato, que no estaba nada gelato, y después junto al Lago de l’Echo. Tras algo menos de 3 horas desde la cumbre, llegamos al Refugio de Arbolle, situado junto al lago del mismo nombre. Nos morimos por una coca cola (especialmente yo, ya que se abrió mi cantimplora y apenas he bebido 0,5 litros en todo el día), pero nos indican que está cerrada la cocina y que no nos atienden… Al menos, repostamos agua.


Nada más salir del refugio, debe superarse un repecho de unos 150 m, junto a la Testa Nera. Paciencia, es el último. Seguimos quemando etapas hasta el Lago di Chamole. Desde allí tomamos un camino más directo a Pila. 
Llegamos al coche tan cansados (12 horas de actividad) como contentos.


La "cara B" del Matterhotn.

No es de recibo estar por el Valle de Aosta e irse sin ver el Cervino de cerca. Con esa premisa, vamos a Cervinia, pueblo que ya conocemos pero que queremos visitar con nuestros amigos.


Desde hace tiempo, Ester quiere subir al Plateau del Monte Rosa. Por las fotos que hemos visto y lo que nos han contado, pensamos que le telecabina nos dejará en un lugar de esos en los que, a pesar del “cómo” se ha llegado, merece la pena estar.
Con esas, nos dejamos en la taquilla los 55€ por barba de rigor, y cogemos 3 telecabinas hasta el “Plateau Rosa”, a 3.480 m. El paisaje no puede ser más decepcionante y desolador. Frente a nosotros, un enorme telecabina inaugurado hace poco lleva turistas y esquiadores estivales hasta Klein Matterhorn, 400 m más arriba, mientras que varios telearrastres instalados directamente sobre el hielo permiten que pijos millonarios esquíen durante los meses más cálidos del año. 


Todo lo anterior, aderezado por un sinfín de excavadoras y un penetrante aroma a diésel mal quemado. Me pregunto qué pasará con todas estas mega instalaciones cuando el calor provoque que ni siquiera a esta disparatada altura haya nieves perpetuas. En realidad, la respuesta la tenemos a la vista, en los cercanos telecabinas abandonados desde hace años y que ahora forman parte de la roña alpina.
Bajamos a la estación de Laghi Cime Blanchi, y nos tomamos un café. No hay muchas ganas de caminar, y desestimamos ir hasta el Refugio Duca degli Abruzzi


Una vez en la estación inferior, nos acercamos a la Capella degli Alpini, la cual visitamos el año pasado con un tiempo mucho peor. 

Las Pyramides Calcaires

El día es algo incierto. Queremos compartir con nuestros amigos el precioso paisaje del Macizo del Mont Blanc desde su vertiente sur. Por no repetir la excursión de año pasado, cambiamos de valle y nos dirigimos en este caso al Val Veny.
El camino de hoy coincide casi en su totalidad a una de las etapas del Tour del Mont Blanc, lo que provoca que haya mucha gente. Nos llama la atención la abundancia de yanquis.
Tras unos metros de pista, tomamos un camino junto al río, precioso. Pero dura poco, ya que continuamos por pista asfaltada, la cual sólo abandonamos puntualmente. 


Durante todo el camino son visibles las Pyramides Calcaires, dos moles calizas de 2.700 m que recuerdan al Pedraforca.


A unos 4,5 Km se encuentra el Refugio Combal, donde aprovechamos para tomar un café y visitar el cercano Lago del Miage. Es un pequeño lago “muy” glacial, junto a la morrena del Glaciar del Miage.
Retomamos el  camino (pista), que pasa junto a una zona pantanosa de gran extensión. 


Unos 4 Km más adelante, la pista comienza a erguirse hasta que llega al Refugio Elisabetta Soldini Montanaro (2.194 m). Cada vez son más visibles alguna de las cumbres cercanas, como la Aiguille de Tre-la-Tete Orientale, y bastante mas al sur la Aiguille Noire de Peuterey, centinela de la famosísima arista a la cual da nombre.


Comemos algo junto al refugio. Hace fresquete y apetece continuar con la ruta. Ester y Toñi optan por la buena vida, y se quedan haciendo un café, mientras que Jose y yo seguimos monte arriba por un sendero, en este caso, mucho menos transitado, que no habitado (hay muchas marmotas).
Llegamos al Cole dele Piramidi Calcare (2.622 m).


En la cara oeste de la Punta Norte distinguimos un bunker labrado en la roca, y en el camino se aprecia una antigua alambrada de la WWII. Se nota que estamos en zona fronteriza.


El Col de la Seigne (2.515 m) da paso a Italia. No es necesario llegar a él, pero sí utilizamos el camino que avanza por la cara sur de las Pirámides (parte del TMB) para regresar a las inmediaciones del refugio.
El camino de regreso, por la pista, se hace algo pesado. Pero es amenizado por las vistas, cada vez más despejadas, de la Integral de Peuterey.



Hay dos refugios que nos llaman la atención. El Refugio Franco Monzino, cuyo acceso debe ser divertido (tiene una ferrata), y el Bivaco Lorenzo Borelli, un nido de águila al pie de la Aiguille Noire de Puterey.

 
La (inesperada) guinda del viaje: Mont Granier (1.932 m)

Toca ir saliendo para casa. Nos despedimos de nuestros amigos, que hoy irán a Turín para volar a Madrid el día siguiente.
Subimos al Petit Saint Bernard y tomamos un capuchino en el café de siempre. Todo nos resulta agradablemente familiar.
Paramos en Bourg-Saint-Maurice a dar una vuelta y comprar el maravilloso queso Beufort. 
Atravesamos por carreterillas el Parque de Baugues (muy bonito) y el Chartreuse, que es muy parecido a Baugues. En el Col du Granier contemplamos la enorme pared oeste del Mont Granier, objetivo para mañana. Dormimos en las cercanías de La Plagne.
Nuestro plan es ascender al Mont Granier, de 1.932 m. Creo que no miramos bien la descripción de la ruta, y lo que iba a ser un breve paseo se convirtió en una ascensión larga y “entretenida”.


El día está algo dudoso y nublado. Desde el lugar donde hemos dormido bajamos a La Plagne por carretera, lo atravesamos, y ascendemos después por una pista que luego se torna en camino. 
Progresamos por un denso y empinado bosque de abetos y hayas, para luego pasar a una zona más mineral desde la que contemplamos los cortados calizos del Mont Granier.


El sendero de la Balme a Collomb debe su nombre a que se interna entre cantiles hasta llegar a un punto donde se atraviesan gracias a una cueva. 


Hasta este punto, el camino sube con brío, pero a partir de ahora, una vez alcanzado la línea de cumbres, se suaviza bastante. Tras 5 Km llegamos al cruce que debemos tomar a nuestro regreso. De momento seguimos en dirección Norte, siguiendo la línea de cumbres, hasta el Mont Granier.


 Cuando llegamos a la amplia cumbre, está muy nublado y no se aprecia el brutal tajo que nos queda a la izquierda. Algo decepcionado por las vistas (por la falta de vistas), retomamos nuestros pasos hasta el cruce. Seguimos en dirección al Col de l’Alpette y el Paso des Barres. Hay bastante gente caminando, por cierto.
El caminillo es bastante escabroso, y debemos destrepar frecuentemente pequeños escalones. Pero llegados al Paso des Barres, lo de pequeño escalón pasa a ser gran escalón. 


Se trata de una canal equipada con una barandilla (barre) y algunos cables, muy vertical y con la roca pulida. No obstante, es fácil si se utilizan los apoyos y presas indicados. Son unos 50 m de desnivel.
Una vez superado, nos encaminamos a un gran valle “colgado”, con extensas praderas. Llegar hasta él implica frecuentes destrepes.
Por fin llegamos al Col de l’Alpette. Han pasado casi 6 horas desde que comenzamos la ruta, y tenemos ganas de llegar… Tenemos una buena tirada hasta casa.
Ya por caminos muy buenos, llegamos a la furgo con la impresión de que, para lo que esperábamos, el Mont Granier ha resultado una palicilla interesante.