Otro verano mas, a los Alpes. En esta ocasión, nos centramos en la zona sur de La Vanoise y Val-Cenis, una parte de los Alpes a la que no hemos ido demasiado y que queríamos conocer.
Telegraph Chappe Roche Bleue y Monolito de Sardieres.
En Aussois paramos a comprar pan en una panadería artesanal estupenda. Y también un croissant que devoramos luego junto con un café.
En información, nos indican que el tiempo no será muy bueno hoy. Nuestro plan de subir al Lago Genepi no tiene sentido ya que a esa cota está todo nublado. Cambiamos por otra ruta que discurre a menor altitud.
Aparcamos en Sardieres, un pequeño pueblo a unos kilómetros de Aussois. Hemos elegido una ruta interesante para un teleco, ya diré por qué. Pero el objetivo principal es más bien geológico, ya que se trata de ver el Monolito de Sardieres, una curiosa e impresionante formación rocosa. El sendero transcurre por un típico bosque atlántico con pinos, piceas y otra vegetación alpina. El primer hito es un puesto de Telegraphe Chappe (explicar historia).
El telégrafo Chappe (o telégrafo aéreo ) es un medio francés de comunicación visual mediante una especie de semáforo eficaz a distancias de varios cientos de kilómetros. Fue inventado por el francés Claude Chappe en 1794. Los semáforos generalmente se colocan en torres llamadas torres Chappe .
Hoy en día, sólo quedan en Francia una veintena de ejemplares del telégrafo de Chappe.
Además de esta vertiente tecnológica, los emplazamientos para el telégrafo óptico gozaban de unas vistas muy amplias. En nuestro caso en particular, se confirma esta regla, y las vistas de las montañas circundante y del Valle de L’Arc son impresionantes. Destacan los tres miles que teníamos justo delante, como la Punte du Notaire, o la Aiguille de Scolette.
Comemos y descendemos hacia el monolito, que también era visible desde el telégrafo. El camino sigue siendo por bosque, lo que dificulta ver el pedrusco hasta que prácticamente lo tienes delante. Se trata de una aguja de roca caliza de 93 m de altura en su vertiente más escarpada.
Un sendero lo circunda, lo que permite contemplarlo desde todos sus ángulos.
Una cordada está escalándolo. No parece muy complicada (la parte inferior), pero el tercio superior promete emociones fuertes…
Regresamos a Aussois, concretamente al Fuerte de Vittorio Emmanuelle. El edificio pertenece a un grupo de fortificaciones llamado la barrera Esseillon, que consta de cuatro fuertes. Construidos entre 1819 y 1834 fueron diseñados para proteger el Piedmont italiano y prevenir posibles intrusiones francesas. Todos ellos llevan los nombres de los miembros de la familia real de Saboya. La fortaleza Víctor Manuel es el más grande de ellos y podía albergar a 1.500 hombres.
El fuerte puede visitarse libremente. Destacan las pronunciadas rampas interiores, con una especie de escalones que permitían mover las piezas de artillería.
Observamos varias ferrata que salen del mismo fuerte, a través de las troneras. Una de ellas conquista mi corazón: Pasa junto a una enorme cascada, en una encañonada sección del rio. Promete.
Tras ver el fuerte de Vittorio Emmanuelle, subimos al ver otro fuerte, el Fort Marie Christine. Está cerrado y solo podemos asomar nos un poco.
Subimos a dormir al parking del que parte la excursión de mañana, junto a la presa de Plan d’Amont. No hay demasiada gente y parece un sitio fresco para dormir.
Pointe del Observatoire (3.015 m)
El día amanece muy, pero que muy nublado. Sin embargo, la previsión del tiempo indica que conforme pasen las horas, se irá despejando. Hacemos algo de tiempo, y a las 9.30 comenzamos a caminar. Pasamos por el pie de la presa, para luego bordear el lago por la izquierda.
Una vez en su cabecera, tomamos el camino que, sin prisas, pero sin pausas va tomando altura. Las vistas del lago, con algunos girones de niebla persistentes son preciosas.
Llegamos a Le Fond Du Aussois, donde el valle se abre y crea una amplia zona de pastos.
En su parte superior se encuentra el refugio del mismo nombre. Preguntamos por el estado de la nieve, y nos dicen que “inexistente”.Tras apurar el café (y el sirope) seguimos hacia nuestro objetivo.
A partir de los 2500 m, el camino se empina bastante.
Pero gracias a los “mantenedores de senderos” con los que coincidimos en el trayecto, las cosas son bastante llevaderas. Eso sí, se nota y mucho el punto al que han llegado, ya que después el camino se vuelve algo más hostil.
La Pointe de l’Echelle (3422 m) tiene desde aquí una imponente forma de Pirámide negra. Es realmente impresionante.
Continuamos subiendo hacia el Collado de Aussois, a 2916 m de altitud. Una cruz de madera marca el camino todo el rato, y solo al llegar a ella puede verse el ya cercano collado, así como lo que nos queda hasta la cima.
Antes de llegar a la cruz es necesario cruzar un nevero que no reviste problemas.
Desde el collado Continuamos por un caminillo, el cual abandonamos en un momento dado para evitar otro nevero. Para llegar a la cumbre, hubo que hacer algunas trepadas fáciles, evitable si se toma el sendero “de verdad”.
Una vez en la cima, bastante afilada, vemos hacia el oeste varias zonas que conocemos de otras incursiones. El Lac Blanc, junto al Refugio de Peclet Polset, el Petit Mont Blanc y, más al norte, Pralognan La Vanoise.
La vertiente norte del pico es muy escarpada, y tiene forma de montaña de verdad.
Descendemos por el camino correcto, evitando los destrepes y luego también el nevero. Bajamos bastante rápido hasta el refugio, donde para celebrar la Ascensión nos zampamos una rica tarta de chocolate con un sirope.
Nos encontramos con fuerzas y decidimos dar un pequeño rodeo. A setecientos metros del refugio nos desviamos a la izquierda, y superamos unos doscientos metros por la ladera norte del valle. Vemos en este trayecto muchas marmotas y flores. El ruido de un torrente pone la guinda a la postal.
Una vez superada la ladera, el camino continúa hasta el Refugio de la Dent Parrachee, aparentemente más montañero que el anterior. Continuamos hasta otro refugio, La Fournache.
El último tramo de camino hasta el parking es algo incomodo. Vamos algo cansados y no apetece estar saltando piedras. Si mas, llegamos al parking contentos, cansados y hambrientos.
Coctail de Ferratas.
Hemos decidido que hoy nos dedicaremos a las ferrata. Alquilamos el material (solo tenemos el arnés) en una tienda de deportes, y nos encaminamos al Fuerte de Vittorio Emmanuelle. La primera ferrata se llama Les Diablotins. Empieza de manera curiosa, ya que la salida se realiza a través de una tronera.
Desde allí, se llega al suelo casi de un salto. La ferrata discurre por el farallón rocoso que proporciona al Fuerte su carácter de inexpugnable. Tras un pequeño tramo caminando, comienza la ferrata en sí, con varios puentes de unos 8 m realizados con un tablón de madera.
Ester no lo ve nada claro, y decide regresar por un escape. Hace tiempo que no hace una ferrata y quizás debíamos haber practicado antes en las Baumes Corcades. Yo continuo, y la ferrata cambia bastante a partir del escape. Se vuelve más vertical, con algún destrepe algo enrevesado (aun siendo fácil), y pasando por algunos puentes más. Uno de ellos es de cable y se mueve bastante. Siempre en travesía, la ferrata va ascendiendo por el farallo hasta llegar al mismo parking.
Continuo por el siguiente tramo. En realidad, son dos ferrata, con los ostentosos nombres de “La descente aux enfers” y “La montee au purgatoire”. Para acceder a la primera de ellas, hay que salir por la misma tronera que “Les diablotins” para, una vez en el exterior del fuerte, iniciar un descenso por camino parcialmente equipado.
Al llegar a la pared que conforma el cañón del rio, comienza la ferrata propiamente dicha. Durante varios cientos de metros, discurre por una faja más o menos estrecha, y que permite en ocasiones caminar.
En mi cabeza, la imagen que vimos ayer de dos pequeños ferratistas junto al enorme salgo de agua.
Hay algunos destrepes, pero en general es algo "guarrillo", con tierra suelta y cosas por el estilo. No puedo dejar de mirar la cascada que ruge a mis espaldas, y el puente colgante que me llevara al otro lado del cañón.
El puente se mueve bastante, sin llegar a ser difícil de pasar. Son dos cables unidos por unos travesaños de madera. Al llegar al otro lado, la vía toma más carácter, con algunos pasajes extraplomados en travesía.
Pero la parte que destaca - y que hace de esta ferrata una de las más impresionantes que he hecho - es el tramo que discurre frente a la cascada.
La fuerza del agua es abrumadora, y la altura a la que se está contemplando la también. Pasado un recodo, se comienza a recibir cantidades más o menos copiosas de agua. El último tramo, algo extraplomado, está empapado. Es muy impresionante.
Pasado ese tramo, solo queda subir algunos metros más y continuar (ya por sendero "normal”) hasta otro fuerte, La Redoute Marie Therese. En el exterior del fuerte hay una zona de tirolinas y ferrata montadas en los árboles, para los chavales. Es tal la densidad de cables y hierrajos por todas partes que cuesta encontrar el inicio de la siguiente ferrata “La traversee des Anges”. De nuevo en travesía, presenta un escape al poco de empezar. Hasta este punto es fácil, pero luego la cosa se complica algo con varias travesías extraplomados que requieren algo de fuerza. Es bastante más larga de lo que había calculado. La salida de la ruta es junto al “Pont du Diable”, un bonito puente colgante del S XIX, restaurado hace unas décadas.
Allí se encuentra el arco de entrada de “La montee au Ciel”.
La ferrata comienza con unas placas de roca súper pulidas que hay que bajar casi en plan tobogán. Luego, pasa bajo el puente, para transcurrir a partir de ahí en travesía más o menos ascendente.
En algún sección hay bastante patio. Especialmente un tramo en el que un pie está en la pared del cañón y el otro en una gran laja de piedra tipo El Puro de Riglos.
Hay varios desplomes, no demasiado exigentes. El último tramo es muy vertical, y nos deposita en otra de las troneras del fuerte.
Descontando la primera ferrata, las cuatro últimas suponen (sin descontar los tramos a pie) casi 3 Km de longitud y 250 m de desnivel.
Paseo en soledad por Lac Blanc
Comemos algo en la furgo y ponemos rumbo a Bellacombe. La carretera es estrecha, y dada la hora del día y teniendo en cuenta que los franceses cenan pronto, es inevitable encontrarse de cara muchos coches. Aparcamos en el Parking del Llac Blanc. En el primer tramo del camino nos encontramos a varios grupos de senderistas, todos de regreso. Para cuando llegamos al Lac Blanc, ya no queda nadie en la montaña.
El paisaje, la luz, la soledad y la gran cantidad de flores que hay por todas partes dan lugar a uno de esos momentos inolvidables de los viajes.
Aunque inicialmente la idea ara ir al lago y al refugio cercano, decidimos prolongar algo la ruta. En una absoluta soledad, enfilamos hacia el norte, por unos pequeños senderos, que nos brindan unas vistas increíbles de las montañas cercanas. El Dent Parrachee de 3.697 m puede tocarse con la punta de los dedos.
Otras cimas más al norte lucen sus brillantes glaciares, como el Dome de l’Arpont o, bastante más alejado, la Pointe Matthews, de 3.783 m.
Pasamos por varios lagos, siendo el más popular y de mayor tamaño el Lac de Bellecombe. Resulta difícil imaginar que, posiblemente, dos horas atrás este apacible y solitario lago estaba saturado de visitantes.
Torcemos a la derecha (E), para llegar al parking de Bellecombe. Nos parece irreal el colorido de algunas zonas, en las que parece que hay más flores que “hierbas verdes”.
Pese a que hay algún “camping car” en el parking decidimos no arriesgarnos y regresar al valle a dormir. Desde este parking hasta el del Lac Blanc tenemos 2,5 Km más.
Bajamos hasta Lanslebourg Mont Cenis. Hay un parking en una terminal del teleférico que es muy tranquilo y agradable para pasar la noche.
Signal du Petit Sant Cenis (3.163m)
Amanece otro día impecable. Vamos a comprar pan y tomar un café al pueblo, y enseguida nos ponemos en marcha. Vamos al Parking del Refugio del Petit Sant Cenis, y comenzamos a caminar sin pasar por el refugio (lo dejamos para la vuelta).
Hoy queremos ascender a un tres mil, la Signal du Petit Sant Cenis. La ruta discurre por pastos cuajado de flores, y no nos encontramos con nadie. La primera sección nos lleva al Col de Sollieres (2.640m), lugar donde confluye la arista oeste del monte que queremos subir.
La mole negra del Petit Sant Cenis está presente permanentemente. Es la arista oeste precisamente por la que circula la vía normal, y desde nuestra posición presenta la duda de si será necesario atravesar dos visibles neveros. Tenemos la esperanza de que, al estar junto a la arista, el viento haya barrido totalmente la nieve en su filo (viento que intuimos por una marcada cornisa que es fuerte y de componente norte).
Nos adelantan unos franceses, pero no van a ascender al pico, visitarán el Fuerte de Mont Froid situado en la cumbre homónima cercana junto al Col de Sallieres.
Llegamos finalmente al collado, y parece claro que los neveros que vimos nos están en la arista y que probablemente no interfieren con la normal. Un cartel indica que el camino al pico que queremos subir es muy peligroso...
Tras descansar unos instantes, comenzamos a ascender por un senderillo que se dirige a la arista. Los primeros cientos de metros son muy "guarretes", con pasos algo resbalosos y también algo comprometidos. Lo cierto es que no se divisa el sendero más allá de donde estamos, e íntuimos que el recorrido será muy “mineral”. Ester no camina tan bien como en días anteriores, y esto, junto con la previsión de que el terreno sea muy malo, le hace desistir. La acompaño unos metros hacia el collado y cuando está en terreno fácil continuo la ascensión solo.
Pocos metros después de donde se dio la vuelta Ester, el sendero es fácil y bien marcado. Pero luego vuelve a ser algo descompuesto y muy mineral. No obstante, en ningún momento es complicado o peligroso. No entiendo el porqué del aviso en el collado.
En la antecima hay un equipo de radio y un panel solar, y en la cima, una placa que rememora las batallas ocurrida en el pasado en esa zona.
Tras descansar un rato y hacer las fotos de rigor vuelvo sobre mis pasos. El camino de regreso se hace algo largo.
Ester no está en el collado, lo que, según acordamos, significa que ha tirado hacia Mont Froid. Según me explica después, los franceses que vimos antes le han recomendado subir a esta cima. Subo por tanto hacia el. Me encuentro con ella en la antecima, y yo continuo hasta la cumbre. Hay unos italianos que han subido en bici. O mejor dicho, hay unas bicis que han subido en unos italianos.
Regreso a la antecima y comenzamos el descenso. Comemos en las ruinas del fuerte que se encuentra en las faldas de Mont Froid. Cuesta imaginar las condiciones de vida en ese lugar a finales del siglo XIX.
El regreso lo hacemos por otro itinerario, que pasa por el Col de Bellecombe. No encontramos a nadie, exceptuando a la nutrida población de marmotas.
Durante todo el día, pero especialmente en el descenso, alucinamos con la cantidad y belleza de las flores silvestres que vimos. El pico que he subido nos acompaña durante el regreso.
Llegados al refugio nos tomamos el imprescindible sirope de granadina. La furgo está a unos pocos minutos del refugio.
El Glaciar del Grand Mean.
La excursión de hoy parte de l’Ecot, un pueblo/museo que conserva el aspecto de los pueblos alpinos de la zona. La idea es hacer un recorrido circular hasta una laguna donde finaliza el Glaciar del Grand Mean.
El camino transcurre por las Gorges du Reculaz. Un cartel ya nos avisa de que se trata de un itinerario con cierta dificultad y riesgo. Una canal equipada... en el fondo no es para tanto¡
Pese a que es un itinerario muy popular no hay muchos randoneaurs. El terreno es antipático, con muchas piedras, y además hace calor. Vamos ganando altura por la margen derecha a medida que el cañón se estrecha más y mas.
En algunos puntos se aprecia el torrente, que lleva muchísima agua como consecuencia del deshielo. Algunos rastros de avalanchas denotan lo salvaje del terreno.
Llegamos a un estrechamiento por el que no puede seguirse el cauce del torrente. Es el punto donde se debe superar, mediante una pequeña trepada equipada con cable, la canal que da la “dificultad” al itinerario.
Seguimos ganando altura, ya lejos del torrente, hasta alcanzar un amplio plato. El paisaje es increíble, con las montañas engalanadas de glaciares y los torrentes de un azul claro espectacular.
En ese punto se encuentra el “Puente Romano”, que intuyo tiene de romano lo que yo. Lo cruzamos y continuamos ascendiendo la ladera norte del Monte Sedi.
A medida que se gana altura, el paisaje mejora y es visible un lago glacial en el fondo. Comparado con lo anterior, el camino es bastante mejor.
Con paciencia conseguimos llegar a una morrena, y poco después de ella, se abre el alucinante paisaje por el que hemos venido hasta aqui. El Glaciar del Grand Mean desciende desde las cumbres de algo más de 3.400 m (Cima Monfret, Pointe Francesetti) hasta el precioso lago glacial, a 2.871 m.
Hay algo bello en la muerte de los glacial es alpinos. No mueren indignamente, dejando malolientes cadáveres. Ellos sencillamente de desvanecen, dejando allá donde estuvieron unos preciosos lagos. En este caso, en el lago de derretían lentamente los últimos vestigios de hielo antes de que el río helado se convierta en un torrente de aguas turquesas.
El glacial es sorprendentemente grande para la modesta altura de las cimas cercanas, y cuestra trabajo distinguir una diminuta cordada que lo desciende. Hay bastantes cabras (o Ibex, no sé) en las morrena circundantes.
Regresamos sobre nuestros pasos hasta el Puente Romano. A partir de ahí tomamos el caminillo que se dirige al Refuge des Evettes. Allí nos zampamos un sirope y una tarta de arándanos.
Desde el refugio retornamos por el camino “normal”, mucho mejor y transitado que el que hemos tomado a la ida. Una vez en el valle, y lejos de dejarnos llevar por las ganas de descansar, vamos a l’Ecot.
Refugio Averole y Paso de la Mula.
Hoy, teóricamente, haremos una ruta suave. Ante la previsión de que no sea así nos metemos un buen café y un pastel en Bessans. Y luego nos acercamos al parking del Refuge du Averole, junto al pueblo de Averole que se encuentra uno Km más adelante. La ruta, inicialmente, era una circular hasta el refugio. Normalmente se sube por la margen derecha del Torrent d’Averole regresa por la izquierda, pero decidimos invertir el sentido.
La pista primero, y el sendero después, discurre entre bosquetes de alerces que son interrumpido por las amplias zonas donde descargan las avalanchas. Alguno de sus vestigios es claramente identificable por los árboles medio vencidos y los neveros en lugares improbables. Los seracs colgados de la Pointe de Charbonnel (3.752m) sin duda colaboran en el desencadenamiento de aludes.
Justo tras el refugio destaca la Segnale Baretti (3.604 m), y una de sus cumbres tiene un parecido más que razonable con la pirinaica Pique Longe.
Cuando estamos junto al puente que conduce al refugio, decidimos que la ruta de hoy se nos queda corta y que merece la pena continuar algo más, valle arriba. Un cartel nos hace dudar: indica que el “Paso de la Mula” presenta riesgo de caída de piedras y que es estrecho, no recomendable para niños o personas con vértigo. Pensamos que si tan complicado es, una mula no pasa por allí ni de coña, y nosotros somos mejores que cualquier mula (toma autoestima…¡¡). Así que continuamos, y, si el paso de la mula es tan complicado como lo pintan, siempre podemos decir que en realidad somos burros y no mulas.
El caminillo, ahora estrecho, trepa audaz mente por la margen izquierda del Torrent de la Lombarde. Pasamos una mini/ermita dedicada a Saint Antoin.
Algo después del Santo se pasa al pie de una preciosa y gran cascada.
El caso es que el famoso paso de la mula no aparece. El punto más alto de la ruta es la Cabane du Berger, la cual se hace de rogar (parece que va a surgir en cada recodo, pero nunca lo hace).
Finalmente, llegamos a esta bonita cabaña donde un francés está durmiendo la siesta (único ser humano con el que coincidiremos hasta el refugio). Y de la mula, nada de nada.
Cruzamos el río por un puente, y regresamos por la orilla opuesta, desde donde disfrutamos de preciosos prados ultra/floridos y de una nueva perspectiva de la cascada.
Llegamos al Regugio, y en él hay un papel con una cita de Gaston Rebuffat (uno de los pioneros del alpinismo) que me encantó.
"Las montañas sólo viven del amor de los hombres. Donde las casas, luego los árboles, luego la hierba, se agotan, nace el reino mineral estéril y salvaje. Pero, en su extrema pobreza, en su total desnudez, emana una riqueza que no tiene precio: la felicidad que sienten aquellos que la frecuentan"
Al llegar al fondo del valle, comienza la carretera. Hay que seguirla a ratos, otros se va por sendero. Sin duda, hemos hecho bien en subir por la otra margen del torrente.