lunes, 2 de mayo de 2022

Montañas corsas

Recuerdo un artículo sobre escalada en roca en Córcega publicado en Desnivel a principio de los 90. Pero, más que la escalada, lo que más me llamó la atención fue la extraordinaria orografía de la isla. Grandes montañas graníticas, nieve, mar... Y un toque exótico (para ser Francia).


Entre unas cosas y otras nunca encajó visitar la isla, hasta que en septiembre de 2021 se alinearon los astros y partimos (mejor dicho, zarpamos) a ver con nuestros propios ojos esta preciosa isla.



El trayecto desde Toulon a Ajaccio toma algo más de 8 horas, Pero esas 8 horas - que serían bastante inaguantables en coche o avión - resultan un placer cuando se realizan en barco. Supongo que es romanticismo, pero lo cierto es que viajar así nos resulta la mejor manera de acercarnos a los destinos.

Las calanques metamórficas.

Nada más salir, vamos a Piana, un bonito y pequeño pueblo que es la puerta de entrada a las Chalanqui di Piana. Son Patrimonio de la Humanidad. No tenía muy claro cómo serían unas “Calanques” de granito. Y realmente nos sorprendió. 


A la hora que llegamos, ya con el sol muy bajo, potencia extraordinariamente los tonos rojizos y anaranjados del granito, el cual tiene unas formas mucho más parecidas a la de las rocas sedimentarias. La carreterilla está bastante llena de turistas que quieren disfrutar de la puesta de sol, especialmente cerca de “il core”, una roca que tiene un agujero con forma de corazón. 


Bajamos un buen rato por la carretera, y vimos una puesta de sol inolvidable.


Cogemos la furgo, ya de noche, y vamos a Capo Rosso, donde queremos hacer una ruta al día siguiente. Justo en el parking donde comienza el camino, hay un chiringuito en el que te dejan pernoctar por 8 €. Allí pasaremos la noche.

El Capu Rossu y Girolata, primeras rutas junto al mar.

Empezamos algo tarde (estamos cansados), y pagamos nuestra pereza con una buena dosis de calor. La ruta que queremos hacer asciende al farallón granítico del Capu Rossu, cuyo nombre, por cierto, es más que acertado. 

El camino desciende bastante, hasta los 70 m (hemos comenzado a 310 m), lugar donde se encuentra un refugio no guardado. Luego, asciende con ganas, por un terreno bastante áspero hacia la cima del Capo, en la cual hay una antigua torre de vigilancia de piedra. 


A medida que se asciende, las vistas van mejorando, hasta que se alcanza la cima, desde la cual pasan a ser brutales. 


La vertiente Norte, es prácticamente vertical, y el mar se ve justo bajo nuestros pies, 300 m más abajo. Hacemos un vuelo de dron y regresamos con ya bastante calor. 


El último tramo de subida se hace algo duro, dada la hora del día,

Por la tarde, queremos hacer otra caminata, desde el Col de la Croix, al cual nos encaminamos de inmediato. En el puerto hay un gran aparcamiento, y desde él sale el camino (de bajada) que nos lleva hasta la Cala di Tuara. 


Perdemos cerca de 250 m de altitud. La mayoría de la gente está regresando, por lo que la encontramos casi vacía. No nos bañamos, por pereza más que por otra cosa, y continuamos hacia Girolata por el sendero de la costa. Hace mucho calor y hay algunos pasos algo delicados. Llegamos a Girolata, un minúsculo pueblo al que sólo se accede por mar o caminando. Son unas pocas casas, la mayoría tiendas o restaurantes, y un fortín muy bien restaurado. Hay vacas en la playa, de un tamaño minúsculo. 


Nos tomamos una coca y regresamos por el sendero “Mar e Monti” que también regresa a la cala, pero por el interior. Sube algo más que el de la costa, pero es mucho más sombreado y carece de lugares comprometidos. Una vez en la cala, con el sol ya bajo, el camino de subida se hace bastante más llevadero. 


Llegamos al coche con muy poca luz, y vamos a Porto, donde nos quedamos en su camping municipal, el cual, todo hay que decirlo, es bastante cutre.


Las algo decepcionantes Gorges de Spelunca, y el bastante gratificante castañar de Évisa

Tras una rápida visita a Porto, cogemos el coche y conducimos hacia el este para visitar las Gorges de Spelunca, uno de los recorridos más famosos de la isla. El camino discurre por la margen izquierda del río. En este tipo de terreno granítico, las “gorges” son menos “gorges” que cuando las aguas erosionan la roca sedimentaria, alejándose bastante de la idea que tenemos en la cabeza de una garganta o cañón. No están mal, el agua del río (abundante para ser septiembre) es muy clara, y el paisaje es agradable. Llegados al Pont de Zaglia, decidimos no continuar el recorrido hasta la carretera D84, ya que el paisaje no parece mucho más espectacular (y además nos tocaría regresar por el mismo camino). Así que disfrutamos de un bocata junto al río, y volvemos a la furgo.



La siguiente excursión, está en la misma D84, en el coquetón pueblo de Évisa. Queremos visitar el castañar que se encuentra junto a esa población, y las pozas de Aitone. El pueblo de Évisa se encuentra a 850 m, y tiene un clima suave y húmedo. Esto, junto a la acidez del terreno, lo hace muy propicio para los castaños, árboles que abundan en la zona. 


De hecho, la economía de Évisa giraba en torno a este árbol, del que obtenían alimento tanto para las personas como para el ganado, madera, y otras materias primas. El camino discurre entre campos con pequeños muretes, y es realmente bonito. Unos paneles, explican detalles del bosque y el uso que de él han hecho los lugareños. 


Se llega tras poco más de 2,5 Km a una carretera, la cual abandonamos enseguida para visitar las pozas del Aitone, un lugar de picnic y baño popular. Aparte del entorno, que es agradable, lo que más nos sorprendió fue la presencia de cerdos salvajes (no jabalís, cerdos). En realidad, no son tan salvajes. 


Se trata de una suerte de ganadería porcina extensiva, en la que los chanchos deambulan por los campos comiendo todo lo que pillan. Pero al final terminan como sus primos de granja. Regresamos sobre nuestros pasos hasta llegar de nuevo al pueblo. 

El Mont Cintu, la montaña más alta (y popular) de la isla.

El tiempo para los siguientes días es algo dudoso. Solo mañana parece muy probable que la meteorología sea benigna en la zona. Por tal motivo, decidimos planificar la ascensión al Mont Cintu, techo de la isla (2.706m). Tenemos un buen trecho de carretera hasta allí. El paisaje es precioso. Pasamos un puerto bastante alto, Vercio, para luego descender hasta Calacuccia. Por esta zona del interior, los pueblitos son bastante pobres y destartalados. Seguimos el descenso hacia Ponte Leccia, por las gargantas de Sta Regia. 


Estas gargantas, sí que son bastante espectaculares, especialmente por las formas de la roca. Lástima de la línea de alta tensión… Continuamos el recorrido por el Valle de Asco. La carretera es bastante estrecha, pero a esas horas apenas hay tráfico. El paisaje se va tornando cada vez más de alta montaña, con densos pinares y ríos caudalosos. Pasamos el camping de Asco, y 4 Km después llegamos a la estación de esquí de Haut Asco. Preguntamos y nos dicen que no podemos dormir allí, así que de vuelta al camping, en el cual pasamos la noche bien fresquitos.


La ruta es bastante vertiginosa, ya que en 6 Km supera más de 1300 m de desnivel. Además, el primer Km apenas gana cota, hasta cruzar el río. Poco después de este cruce, hay un tramo algo delicado si la roca está húmeda, equipado con cadenas. 


Ester supera el paso sin problema, pero no ve muy claro el resto, dado el desnivel y el entorno en el que hay que subir. Así que cambiamos las mochilas (en previsión de que pudiera pasar esto, llevo las zapatillas de correr y bastones), y yo cambio de modo caminador a modo corredor. 


El camino, no tiene problemas de orientación, ya que transcurre hasta un collado por el famosísimo GR20. Acompaño a Ester hasta que desciende el paso de cadenas, y yo sigo. El sendero sube con brío por la margen derecha del río, y hay que superar varios tramos equipados con cadenas. Hay bastante gente (muchos alemanes) haciendo el GR, a los cuales adelanto con algo de remordimiento por llevar tan poco peso en comparación con ellos. Pienso inmediatamente que ha sido buena idea que Ester no se anime, ya que es el tipo de terreno que a ella no le gusta nada. Superados los tramos de cadena, se llega a un pequeño rellano, y desde allí una larga pedrera. Un flanqueo (derecha) y otra pedrera más y se alcanza el collado. Hay muchos senderistas atravesándolo, y los más montañeros se animan a hacer el pico… el cual se encuentra francamente lejos. 


Desde ese punto, se abandonan las marcas del GR y se siguen, a media ladera, unas marcas rojas. Es complicado alcanzar la cima por la arista, y eso obliga a descender bastante, para luego volver a subir, luego bajar.. Todo ello en un entorno muy mineral. En la cumbre hay bastante gente. 


Las vistas, memorables. Aunque no me gusta comparar montañas, podría decir que es parecido a Pirineos. El regreso al collado, se hace igualmente pesado. Una vez en él, desciendo por el mismo camino. Resulta imposible correr, y me conformo a descender “ligero”. Lo bueno es que a cada paso, bajas ½ metro de cota. Alguna de las cadenas son incómodas de bajar porque son muy gruesas y pesan  mucho, lo cual las hace difíciles de manipular. Paso con alivio la última cadena, y comienzo la parte más plana hacia la estación. Ester ha salido a buscarme, y hacemos os últimos 300 m juntos. Llego bastante cansado, más de la bajada que de la subida.


Una vez recuperado del paseo, bajamos al pueblo de Asco (no hay gran cosa que ver) y luego a Corti.


Aparcamos junto a la ciudadela, la cual es muy chula. Compramos un imán por 1€, en un puesto en el que hay merchandasing del FCLN (grupo revolucionario local). 


Corti es un pueblo muy agradable, con un par de plazas muy animadas y una calle con comercios, cafeterías, etc. 


Al día siguiente queremos hacer una ruta por el valle de Restonica, y vamos al camping que queda más arriba en el valle. 

Lagos y mucho granito en el valle de Restonica

La carretera valle arriba es bastante estrecha: de hecho, en teoría no deberíamos haber podido subir con la furgo. Hay dos parkings, y debemos aparcar en el inferior (6€). Allí comenzamos la ruta a dos lagos: el Melo y Capitello. Para llegar al parking superior, utilizamos un caminillo, el cual preferimos antes que subir por el asfalto. Una vez allí, alucinamos con la cantidad de gente que hay. Suponemos que es por el tema de los lagos, un paisaje muy raro en la isla. El camino, evidentemente, está muy machacado. 


El paisaje es francamente bonito, con afiladas cumbres graníticas. Para llegar al primero de los lagos (Melo) hay que superar algunos pasos de cadena y escaleras, sin dificultad. 


Llegados al lago, donde hay bastantísima gente, no podemos sentirnos como en casa, dado su parecido con los ibones o estanys de Pirineos. Para ascender al Capitello, hay que superar un buen repechón, de bastante pendiente y terreno algo malo. 

La recompensa es grande, ya que el paisaje es mucho más espectacular que el que puede verse desde el lago inferior.

Las paredes llegan hasta el agua, y vemos varias cordadas haciendo una vía que promete ser más que divertida. 

Comemos algo, y vamos tirando de regreso, ya que amenaza lluvia. De hecho, esa amenaza se materializa al poco, pero afortunadamente se queda en cuatro gotas. Desde el lago Melo, hacemos un recorrido alternativo, algo más a la derecha, para hacer la ruta semi circular. Alucinamos con la cantidad y pelaje de la gente, abundando los domingueros totales. El tramo entre el último parking y donde nosotros tenemos a Blanche, lo hacemos por carretera.



Cogemos la furgo y vamos hacia Corti. Luego, tiramos por la T20 hacia el norte, para aproximarnos al Cap Corse. Elegimos para dormir un lugar de “acogida rural” (o algo así) del Park4night. Se trata de un campo junto a una Pizzeria que un tal Philipe gestiona para la pernocta de campers, a cambio de 15€ de ná. Es un tipo curioso.

El "moñito" de Córcega.

Cuando se tiene delante un mapa de Córcega, llama la atención una especie de protuberancia en la costa noreste. Se trata del Cap Corse, posiblemente la región más salvaje de la isla.  


Y Saint Florent, el pueblo turístico justo en su arranque, desde donde tomamos la espectacular D80. Esta carretera bordea todo el Cabo, y transcurre sumergida en un tupidísimo maquís, sólo interrumpido de tanto en tanto por encinas retorcidas por la fuerza del viento. La costa oeste de este cabo es espectacular. De una orografía complicadísima, surgen pequeños pueblos aquí y allá, no siempre junto a la costa. 


Nos llamó mucho la atención dos cosas: la ostentosidad de algunas casas antiguas de indianos, mayoritariamente abandonadas, y los numerosos mausoleos, igualmente ostentosos y abandonados. Nos preguntamos de qué viven los habitantes de los pueblos (o vivían, porque ahora claramente lo hacen del turismo). No hay campos, apenas vemos superficie medianamente adecuada para plantar algo, ni pastos para el ganado. Tampoco la pesca parece ser la fuente de riqueza, ya que la escarpada costa hace imposible la construcción de puertos, y los pueblos se encuentran generalmente separados del mar.


Según parece, muchos de los habitantes de esta zona hicieron las américas, y volvieron bastante forrados, cambiando la arquitectura y el paisaje del cabo para siempre. Las últimas luces del día, acentúan aún más la belleza del paisaje. 


Llegamos, casi de noche, al camping Isulottu, cerca de Centuri. Por la noche sopla un fuerte viento, y hace calor, y eso no ayuda a conciliar el sueño cuando se duerme en furgo.

Barcaggio, es un pequeño pueblo al que se llega por una estrechísima carretera. En él comienza (o finaliza) el Sentier dels Aduaners, un precioso recorrido costero de 11 Km que une Barcaggio y Macinaggio (o viceversa). Comenzamos por una playa de arena y posidonia donde hay vacas. 


Sí, parece que en Córcega es bastante común que haya rumiantes junto al mar. Una vez atravesada la playa-granja, el camino discurre entre sabinas. El color del mar es alucinante. 


Nuestro objetivo no es hacer el camino completo, nos conformamos con llegar a una torre genovesa (Torre di l'AAgneliu) y un cerrito cercano que promete buenas vistas. Desde allí, es visible el resto del camino hasta Macinaggio, el cual parece más plano y aburrido. 


No obstante, nos ha parecido un camino encantador. Regresamos sobre nuestros pasos y comemos algo dentro de la furgo, no sin antes despedirnos de nuestras amigas vacas anfibias.



Vamos al pueblo vecino, también costero, de Ersa, donde hay otra torre pero muy restaurada. Continuamos nuestro recorrido de pueblo en pueblo, flipando a cada paso con el paisaje y las casonas abandonadas: Rogliano, Luri, Cagnano, Portocciolo y finalmente Pietracorba, donde decidimos quedanos a dormir en el pijísimo camping “La Pietra”. Afortunadamente, por la noche amaina el viento.