jueves, 17 de noviembre de 2022

Triología Macaronesica

 La palabra Macaronesia proviene del griego y se forma a partir de dos vocablos: makáron equivale a felicidad y nesoi quiere decir islas. 


Y no andaba muy desencaminado quien pusiera ese nombre. Cada uno de los cinco archipiélagos que componen Macaronesia (Canarias, Cabo Verde, Azores, Madeira e Islas Salvajes) son pequeños y aislados paraísos, cuya génesis volcánica produce algunos de los paisajes más espectaculares que podemos encontrar relativamente cerca de casa. Y también un relieve escarpado que debe ser visitado por cualquier montañero que se precie.




1/3 Montanha do Pico - Azores (2.351 m)

Si a una montaña la llaman "Pico", y se encuentra en una isla que a su vez se llama "Isla de Pico", resulta evidente que dicho Pico lo es todo en la isla. 


La Isla de Pico se encuentra en el archipiélago de Azores, de naturaleza volcánica (al igual que el resto de islas macaronésicas). En esta isla se yergue un impresionante volcán que se eleva a más de 2.300 m sobre el Atlántico, constituyendo la altura máxima de Portugal.

El archipiélago, constituido por 9 islas, es una de las Mecas del senderismo, gozando de unos paisajes y ecosistemas impensables en la Europa continental.


El plan inicial, era subir a ma Montanha do Pico desde desde Porto da Prainha de São Caetano, siguiendo una ruta que encontré en Wikiloc. Sin embargo, varios reveses logísticos impidieron arrancar desde 0 m, y finalmente comencé desde la Casa da Montanha, a unos 1.200m. Entre ellos, el hecho de que el permiso que solicité y cuya confirmación recibí, fue anulado por falta de pago. El horario del nuevo permiso complicaba mucho el resto de planes que teníamos para ese día, así que decidimos acortar la ruta.


En la Casa da Montanha proporcionan algo de información y nos proporcionan un GPS con el que somos monitorizados. Salimos a las 12 en punto. Ester se encuentra algo flojilla, pero va subiendo relativamente bien. El tiempo es perfecto. En cuanto al terreno, es muy rocoso (“lavoso” en realidad), pero con muchos tramos sobre lava solidificada, muy abrasiva, lo cual facilita el ascenso. A unos 1.400 m, se pasa junto a una antigua chimenea.


Tras subir 300 m de desnivel, y viendo que el terreno tiende a ser cada vez más complicado - más bien, incómodo -, Ester decide descender. La acompaño unos metros, hasta llegar a un lugar seguro y continuamos en sentidos opuestos.


La ascensión es durilla, ya que en apenas 3,5 Km asciende 1.100m en altitud. El camino va haciendo algunos zigzag, pero resulta más rápido y seguro (al menos para mis tobillos) utilizar las coladas de lava y ascender en línea de máxima pendiente que utilizar el sendero "oficial". En ocasiones hay que echar mano a la roca, pero es tan compacta y abrasiva que con un poco de fuerza y equilibrio se progresa sin problema. 


Voy adelantando caminantes, hasta llegar a un punto en el que el camino hace una travesía ascendente a la derecha. Todo el rato hay postes indicativos, tampoco en exceso, pero suficientes si hay buena visibilidad. Con niebla, mucho ojo, porque no hay hitos y al discurrir el camino en gran parte sobre roca sólida, no se aprecia el trazado con claridad. En este punto hay dos trazados, que coinciden de nuevo unos cientos de metros después. Yo subí por el de la izquierda (más derecho) y bajé por la derecha. Antes de llegar al cráter, hay una cámara para controlar a los excursionistas. Cuando se supera el borde de la caldera, el paisaje es espectacular. 


Una enorme planicie de aspecto lunar, y al fondo, Piquinho, la cima, que impone un poco desde aquí. Tras atravesar la caldera, deben superarse unos resaltes rocosos y zonas muy empinadas, sin mayor complicación. 


Para dar algo más de ambiente, se pasa junto a una fumarola. 


El paisaje desde la cumbre es brutal. Las nubes lo ocupan todo bajo mis pies, y no sobresale nada más. No hay rastro de tierra o mar. Tengo la impresión de que estoy solo en mitad del Atlantico…. De hecho casi lo estoy.


El descenso también lo hago aprovechando las coladas de lava más sólidas, teniendo mucha precaución ya que están muy empinadas. Pero lo prefiero al terreno suelto de piedritas y escoria volcánica. 
Llego sin más contratiempos al aparcamiento, con una lluvia ligera.


He invertido 4h 25m en total, incluyendo paradas y contando con que los primeros 300 m he ido despacito.

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2/3 Teide - Tenerife, Canarias (3.715 m)

No ha sido sencillo completar el proyecto de ascender al Teide desde el nivel del mar en un día. Y no por los 3.800 m de desnivel. 


En 2.012, engañe a un puñado de buenos amigos para acometer esta absurda empresa. Compramos los billetes, reservamos el alojamiento. Pero la fatalidad se cruzó, y en un estúpido accidente acabé con una seria lesión de rodilla.

Mis amigos completaron la ascensión desde la playa, con la firme convicción de no repetirla jamás. Con este panorama, ha resultado imposible encontrar en 10 años otro amigo que quisiera acompañarme... 


Hasta que mi amigo Gerard (en estos momentos, ex-amigo 😉) accedió.

La ruta en sí no tiene dificultad técnica alguna, siendo precisamente el desnivel que debe superarse en una única jornada el único problema. Por tanto, lo primero que había que hacer era ponerse a tono. La ruta que hicimos en el Posets (Biados - Posets - Estos + Estos - Angel Orus - Biados), fue parte de este entrenamiento.


Para evitar cargar demasiado peso, el día anterior dejamos un depósito de agua escondido en las cercanías de El Cabezón.


Así que, tras 10 años de intentos, el 30 de agosto de 2022 a las 4 de la madrugada, nos encontrábamos en la Playa del Socorro con la firme convicción de que llegaríamos al punto culminante de la Macaronesia en unas horas.


Los primeros kilómetros discurren por carreteras secundarias hasta encaramarse al espolón que desde El Cabezón discurre hasta el mar. Pasamos algunos miradores como el de La Corona o el Asomadero, desde el que comprobamos que habíamos ganado algo de altura.


La parte anecdótica fue el coche que paró junto a nosotros para animarnos, e invitarnos a unas cervezas. Espero que el conductor llegara a casa sin percances ni controles de alcoholemia.

Poco a poco, abandonamos las zonas asfaltadas, a la vez que las casas se hacían cada vez más dispersas, para entrar en zona de bosque de pino canario. Seguimos la pista, a medida que el día se iba abriendo paso poco a poco.


En la Capilla de la Fortaleza hacemos una pequeña pausa, con el Teide ya bien visible.


Tras recargar en el depósito que dejamos el día anterior, nos internamos en zona volcánica. Aquí es donde empieza realmente la ascensión al Teide, con un paisaje totalmente diferente al que estamos acostumbrados en la península.


El siguiente hito es Montaña Blanca, donde enlazamos con el camino que sube del parking. 


Algo después, nos encaramos al cono volcánico del Teide. Para acceder al Refugio de Altavista, deben superarse unos 500 m de desnivel por "la Rambleta", un tramo empinado, pero bastante menos duro de lo que esperábamos. 


El refugio cerró con la pandemia, y así sigue. Una lástima. 


Desde allí, el camino discurre por un alucinante paisaje de lava, sin perder pendiente. Me encuentro con Ester, que ha ascendido desde el parking, y la acompaño desde ese momento.


Desde el Mirador de la Fortaleza, puede observarse todo el recorrido desde la Playa del Socorro. Es en ese momento cuando te das cuenta de lo abajo (y lejos) que queda el mar.


Ya rodeados de turistas, llegamos a la estación superior del teleférico. Nos reagrupamos y continuamos el último tramo (para el que hace falta un permiso) hasta la cumbre.

Estamos bastante eufóricos. Hemos logrado llegar con bastante más dignidad de la esperada hasta la cumbre. Llevamos unos 3.750 m de desnivel y 27,5 Km. Hemos tardado hasta la cima 7,5 horas.


Hace viento, y bajamos tras las fotos de rigor. De vuelta a la estación del teleférico, decidimos prescindir de él (el plan era dar por finalizada en este punto la ascensión), y regresar sobre nuestros pasos hasta el parking. Pero, viéndonos con algo de gasolina, decidimos seguir bajando.



Así que, finalmente, llegamos al depósito, en el que habíamos dejado algo de agua, y continuamos hasta la carretera, donde habíamos quedado con el resto del equipo (1.930 m).


En total, hemos invertido 7h 30' en el ascenso, contando paradas, y 3h 15' hasta los 1.930 m donde nos recogieron. En cuanto a las distancias, 27,4 Km hasta la cumbre y 13 más en la bajada. El desnivel, 3.850 positivos, 1.930 negativos.

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Ya sólo queda recuperar un poco de proteína, y dormir como troncos.



3/3 Roque de los Muchachos, La Palma - Canarias (2.423 m)


Fue un poco "a lo tonto". Tras la ascensión al Teide pensamos que estaría bien ir algún día a La Palma, y buscamos vuelos "por mirar". Se ve que el destino quería que visitáramos la Isla Bonita, ya que los encontramos, y a muy buen precio.


La isla de La Palma es posiblemente la que ofrece más variedad de paisajes y ecosistemas teniendo en cuenta su pequeña superficie. Es una de las islas "jóvenes" del archipiélago, y todavía está en proceso de formación, tal y como tristemente hemos podido comprobar hace un año. Una de las razones de nuestro viaje era, precisamente, ver en primera persona ese proceso de destrucción / construcción tan patente en las zonas volcánicas. 


Resulta imprescindible visitar el Volcán de Cumbre Vieja, a cuyas inmediaciones puede accederse contratando agencias locales.


La archiconocida ruta de los volcanes, que recorre longitudinalmente la isla, era otro de nuestros objetivos. Más que recomendable, no decepcionó para nada las altas expectativas que teníamos de la ruta, pese a la brisilla que soplaba.



El Roque de los Muchachos es la cima más alta de la isla, y hay varias rutas que parten desde el mar. ¿Por qué no intentarlo?


La idea en esta ocasión es subir corriendo, o al menos, lo más rápido posible. La ruta parte del Puerto de Tazacorte, y discurre por el gran espolón que, desde la Caldera de Taburiente, alcanza al mar en Tazacorte.


El ritual comienza, como no podía ser de otra manera, mojándose las manos en el mar, para luego tomar el GR131, conocido como "Ruta de la Crestería". Son las 9:30, y según dice un cartel, hay 18,1 Km hasta el Roque.


El primer escalón a superar consiste en alcanzar la Crestería, para lo que deben superarse 250m. Intento ir lo más tranquilo posible, ya que para mí 2.500 m de desnivel corriendo, son muchos metros.
Una vez sobre el espolón, se discurre por caminos y carreteras secundarias hasta el Mirador del Time (594 m, 30') donde Ester me espera para darme ánimos (y algo de líquido). 


De nuevo en el GR, el camino va alejándose paulatinamente de las zonas pobladas, con tendencia a ir casi siempre en la vertiente NW de la crestería. Es decir, en el lado que mira fuera de la Caldera.
En la Torre del Time, donde hay una torre de vigilancia de incendios forestales, como algo y continúo por pista. Ya he entrado de lleno en el piso del pino canario.


Sólo de manera ocasional el camino se asoma al gran barranco, pasándose alguna de las cimas como Hoya Grande o Roque Palmero por el oeste. 


Algo más arriba me encuentro con unos monteros. Utilizan la lanza canaria (una suerte de pértiga que sirve para progresar por terrenos escarpados).
A partir de los 2.000 m, empiezo a tener calambres en las piernas. Aparte del dolor, provoca que cueste mucho correr, al estar los músculos contraídos. Es una lástima, ya que noto que todavía me queda gasolina para llegar con dignidad a la cumbre.


La vista de los observatorios astronómicos anuncian que ya queda poco.


Llego a la cumbre esquivando a los coches aparcados. Cansado pero muy contento.

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En total he invertido 3h 45' netos, para salvar los 2.500 m de desnivel en 17 Km










lunes, 2 de mayo de 2022

Montañas corsas

Recuerdo un artículo sobre escalada en roca en Córcega publicado en Desnivel a principio de los 90. Pero, más que la escalada, lo que más me llamó la atención fue la extraordinaria orografía de la isla. Grandes montañas graníticas, nieve, mar... Y un toque exótico (para ser Francia).


Entre unas cosas y otras nunca encajó visitar la isla, hasta que en septiembre de 2021 se alinearon los astros y partimos (mejor dicho, zarpamos) a ver con nuestros propios ojos esta preciosa isla.



El trayecto desde Toulon a Ajaccio toma algo más de 8 horas, Pero esas 8 horas - que serían bastante inaguantables en coche o avión - resultan un placer cuando se realizan en barco. Supongo que es romanticismo, pero lo cierto es que viajar así nos resulta la mejor manera de acercarnos a los destinos.

Las calanques metamórficas.

Nada más salir, vamos a Piana, un bonito y pequeño pueblo que es la puerta de entrada a las Chalanqui di Piana. Son Patrimonio de la Humanidad. No tenía muy claro cómo serían unas “Calanques” de granito. Y realmente nos sorprendió. 


A la hora que llegamos, ya con el sol muy bajo, potencia extraordinariamente los tonos rojizos y anaranjados del granito, el cual tiene unas formas mucho más parecidas a la de las rocas sedimentarias. La carreterilla está bastante llena de turistas que quieren disfrutar de la puesta de sol, especialmente cerca de “il core”, una roca que tiene un agujero con forma de corazón. 


Bajamos un buen rato por la carretera, y vimos una puesta de sol inolvidable.


Cogemos la furgo, ya de noche, y vamos a Capo Rosso, donde queremos hacer una ruta al día siguiente. Justo en el parking donde comienza el camino, hay un chiringuito en el que te dejan pernoctar por 8 €. Allí pasaremos la noche.

El Capu Rossu y Girolata, primeras rutas junto al mar.

Empezamos algo tarde (estamos cansados), y pagamos nuestra pereza con una buena dosis de calor. La ruta que queremos hacer asciende al farallón granítico del Capu Rossu, cuyo nombre, por cierto, es más que acertado. 

El camino desciende bastante, hasta los 70 m (hemos comenzado a 310 m), lugar donde se encuentra un refugio no guardado. Luego, asciende con ganas, por un terreno bastante áspero hacia la cima del Capo, en la cual hay una antigua torre de vigilancia de piedra. 


A medida que se asciende, las vistas van mejorando, hasta que se alcanza la cima, desde la cual pasan a ser brutales. 


La vertiente Norte, es prácticamente vertical, y el mar se ve justo bajo nuestros pies, 300 m más abajo. Hacemos un vuelo de dron y regresamos con ya bastante calor. 


El último tramo de subida se hace algo duro, dada la hora del día,

Por la tarde, queremos hacer otra caminata, desde el Col de la Croix, al cual nos encaminamos de inmediato. En el puerto hay un gran aparcamiento, y desde él sale el camino (de bajada) que nos lleva hasta la Cala di Tuara. 


Perdemos cerca de 250 m de altitud. La mayoría de la gente está regresando, por lo que la encontramos casi vacía. No nos bañamos, por pereza más que por otra cosa, y continuamos hacia Girolata por el sendero de la costa. Hace mucho calor y hay algunos pasos algo delicados. Llegamos a Girolata, un minúsculo pueblo al que sólo se accede por mar o caminando. Son unas pocas casas, la mayoría tiendas o restaurantes, y un fortín muy bien restaurado. Hay vacas en la playa, de un tamaño minúsculo. 


Nos tomamos una coca y regresamos por el sendero “Mar e Monti” que también regresa a la cala, pero por el interior. Sube algo más que el de la costa, pero es mucho más sombreado y carece de lugares comprometidos. Una vez en la cala, con el sol ya bajo, el camino de subida se hace bastante más llevadero. 


Llegamos al coche con muy poca luz, y vamos a Porto, donde nos quedamos en su camping municipal, el cual, todo hay que decirlo, es bastante cutre.


Las algo decepcionantes Gorges de Spelunca, y el bastante gratificante castañar de Évisa

Tras una rápida visita a Porto, cogemos el coche y conducimos hacia el este para visitar las Gorges de Spelunca, uno de los recorridos más famosos de la isla. El camino discurre por la margen izquierda del río. En este tipo de terreno granítico, las “gorges” son menos “gorges” que cuando las aguas erosionan la roca sedimentaria, alejándose bastante de la idea que tenemos en la cabeza de una garganta o cañón. No están mal, el agua del río (abundante para ser septiembre) es muy clara, y el paisaje es agradable. Llegados al Pont de Zaglia, decidimos no continuar el recorrido hasta la carretera D84, ya que el paisaje no parece mucho más espectacular (y además nos tocaría regresar por el mismo camino). Así que disfrutamos de un bocata junto al río, y volvemos a la furgo.



La siguiente excursión, está en la misma D84, en el coquetón pueblo de Évisa. Queremos visitar el castañar que se encuentra junto a esa población, y las pozas de Aitone. El pueblo de Évisa se encuentra a 850 m, y tiene un clima suave y húmedo. Esto, junto a la acidez del terreno, lo hace muy propicio para los castaños, árboles que abundan en la zona. 


De hecho, la economía de Évisa giraba en torno a este árbol, del que obtenían alimento tanto para las personas como para el ganado, madera, y otras materias primas. El camino discurre entre campos con pequeños muretes, y es realmente bonito. Unos paneles, explican detalles del bosque y el uso que de él han hecho los lugareños. 


Se llega tras poco más de 2,5 Km a una carretera, la cual abandonamos enseguida para visitar las pozas del Aitone, un lugar de picnic y baño popular. Aparte del entorno, que es agradable, lo que más nos sorprendió fue la presencia de cerdos salvajes (no jabalís, cerdos). En realidad, no son tan salvajes. 


Se trata de una suerte de ganadería porcina extensiva, en la que los chanchos deambulan por los campos comiendo todo lo que pillan. Pero al final terminan como sus primos de granja. Regresamos sobre nuestros pasos hasta llegar de nuevo al pueblo. 

El Mont Cintu, la montaña más alta (y popular) de la isla.

El tiempo para los siguientes días es algo dudoso. Solo mañana parece muy probable que la meteorología sea benigna en la zona. Por tal motivo, decidimos planificar la ascensión al Mont Cintu, techo de la isla (2.706m). Tenemos un buen trecho de carretera hasta allí. El paisaje es precioso. Pasamos un puerto bastante alto, Vercio, para luego descender hasta Calacuccia. Por esta zona del interior, los pueblitos son bastante pobres y destartalados. Seguimos el descenso hacia Ponte Leccia, por las gargantas de Sta Regia. 


Estas gargantas, sí que son bastante espectaculares, especialmente por las formas de la roca. Lástima de la línea de alta tensión… Continuamos el recorrido por el Valle de Asco. La carretera es bastante estrecha, pero a esas horas apenas hay tráfico. El paisaje se va tornando cada vez más de alta montaña, con densos pinares y ríos caudalosos. Pasamos el camping de Asco, y 4 Km después llegamos a la estación de esquí de Haut Asco. Preguntamos y nos dicen que no podemos dormir allí, así que de vuelta al camping, en el cual pasamos la noche bien fresquitos.


La ruta es bastante vertiginosa, ya que en 6 Km supera más de 1300 m de desnivel. Además, el primer Km apenas gana cota, hasta cruzar el río. Poco después de este cruce, hay un tramo algo delicado si la roca está húmeda, equipado con cadenas. 


Ester supera el paso sin problema, pero no ve muy claro el resto, dado el desnivel y el entorno en el que hay que subir. Así que cambiamos las mochilas (en previsión de que pudiera pasar esto, llevo las zapatillas de correr y bastones), y yo cambio de modo caminador a modo corredor. 


El camino, no tiene problemas de orientación, ya que transcurre hasta un collado por el famosísimo GR20. Acompaño a Ester hasta que desciende el paso de cadenas, y yo sigo. El sendero sube con brío por la margen derecha del río, y hay que superar varios tramos equipados con cadenas. Hay bastante gente (muchos alemanes) haciendo el GR, a los cuales adelanto con algo de remordimiento por llevar tan poco peso en comparación con ellos. Pienso inmediatamente que ha sido buena idea que Ester no se anime, ya que es el tipo de terreno que a ella no le gusta nada. Superados los tramos de cadena, se llega a un pequeño rellano, y desde allí una larga pedrera. Un flanqueo (derecha) y otra pedrera más y se alcanza el collado. Hay muchos senderistas atravesándolo, y los más montañeros se animan a hacer el pico… el cual se encuentra francamente lejos. 


Desde ese punto, se abandonan las marcas del GR y se siguen, a media ladera, unas marcas rojas. Es complicado alcanzar la cima por la arista, y eso obliga a descender bastante, para luego volver a subir, luego bajar.. Todo ello en un entorno muy mineral. En la cumbre hay bastante gente. 


Las vistas, memorables. Aunque no me gusta comparar montañas, podría decir que es parecido a Pirineos. El regreso al collado, se hace igualmente pesado. Una vez en él, desciendo por el mismo camino. Resulta imposible correr, y me conformo a descender “ligero”. Lo bueno es que a cada paso, bajas ½ metro de cota. Alguna de las cadenas son incómodas de bajar porque son muy gruesas y pesan  mucho, lo cual las hace difíciles de manipular. Paso con alivio la última cadena, y comienzo la parte más plana hacia la estación. Ester ha salido a buscarme, y hacemos os últimos 300 m juntos. Llego bastante cansado, más de la bajada que de la subida.


Una vez recuperado del paseo, bajamos al pueblo de Asco (no hay gran cosa que ver) y luego a Corti.


Aparcamos junto a la ciudadela, la cual es muy chula. Compramos un imán por 1€, en un puesto en el que hay merchandasing del FCLN (grupo revolucionario local). 


Corti es un pueblo muy agradable, con un par de plazas muy animadas y una calle con comercios, cafeterías, etc. 


Al día siguiente queremos hacer una ruta por el valle de Restonica, y vamos al camping que queda más arriba en el valle. 

Lagos y mucho granito en el valle de Restonica

La carretera valle arriba es bastante estrecha: de hecho, en teoría no deberíamos haber podido subir con la furgo. Hay dos parkings, y debemos aparcar en el inferior (6€). Allí comenzamos la ruta a dos lagos: el Melo y Capitello. Para llegar al parking superior, utilizamos un caminillo, el cual preferimos antes que subir por el asfalto. Una vez allí, alucinamos con la cantidad de gente que hay. Suponemos que es por el tema de los lagos, un paisaje muy raro en la isla. El camino, evidentemente, está muy machacado. 


El paisaje es francamente bonito, con afiladas cumbres graníticas. Para llegar al primero de los lagos (Melo) hay que superar algunos pasos de cadena y escaleras, sin dificultad. 


Llegados al lago, donde hay bastantísima gente, no podemos sentirnos como en casa, dado su parecido con los ibones o estanys de Pirineos. Para ascender al Capitello, hay que superar un buen repechón, de bastante pendiente y terreno algo malo. 

La recompensa es grande, ya que el paisaje es mucho más espectacular que el que puede verse desde el lago inferior.

Las paredes llegan hasta el agua, y vemos varias cordadas haciendo una vía que promete ser más que divertida. 

Comemos algo, y vamos tirando de regreso, ya que amenaza lluvia. De hecho, esa amenaza se materializa al poco, pero afortunadamente se queda en cuatro gotas. Desde el lago Melo, hacemos un recorrido alternativo, algo más a la derecha, para hacer la ruta semi circular. Alucinamos con la cantidad y pelaje de la gente, abundando los domingueros totales. El tramo entre el último parking y donde nosotros tenemos a Blanche, lo hacemos por carretera.



Cogemos la furgo y vamos hacia Corti. Luego, tiramos por la T20 hacia el norte, para aproximarnos al Cap Corse. Elegimos para dormir un lugar de “acogida rural” (o algo así) del Park4night. Se trata de un campo junto a una Pizzeria que un tal Philipe gestiona para la pernocta de campers, a cambio de 15€ de ná. Es un tipo curioso.

El "moñito" de Córcega.

Cuando se tiene delante un mapa de Córcega, llama la atención una especie de protuberancia en la costa noreste. Se trata del Cap Corse, posiblemente la región más salvaje de la isla.  


Y Saint Florent, el pueblo turístico justo en su arranque, desde donde tomamos la espectacular D80. Esta carretera bordea todo el Cabo, y transcurre sumergida en un tupidísimo maquís, sólo interrumpido de tanto en tanto por encinas retorcidas por la fuerza del viento. La costa oeste de este cabo es espectacular. De una orografía complicadísima, surgen pequeños pueblos aquí y allá, no siempre junto a la costa. 


Nos llamó mucho la atención dos cosas: la ostentosidad de algunas casas antiguas de indianos, mayoritariamente abandonadas, y los numerosos mausoleos, igualmente ostentosos y abandonados. Nos preguntamos de qué viven los habitantes de los pueblos (o vivían, porque ahora claramente lo hacen del turismo). No hay campos, apenas vemos superficie medianamente adecuada para plantar algo, ni pastos para el ganado. Tampoco la pesca parece ser la fuente de riqueza, ya que la escarpada costa hace imposible la construcción de puertos, y los pueblos se encuentran generalmente separados del mar.


Según parece, muchos de los habitantes de esta zona hicieron las américas, y volvieron bastante forrados, cambiando la arquitectura y el paisaje del cabo para siempre. Las últimas luces del día, acentúan aún más la belleza del paisaje. 


Llegamos, casi de noche, al camping Isulottu, cerca de Centuri. Por la noche sopla un fuerte viento, y hace calor, y eso no ayuda a conciliar el sueño cuando se duerme en furgo.

Barcaggio, es un pequeño pueblo al que se llega por una estrechísima carretera. En él comienza (o finaliza) el Sentier dels Aduaners, un precioso recorrido costero de 11 Km que une Barcaggio y Macinaggio (o viceversa). Comenzamos por una playa de arena y posidonia donde hay vacas. 


Sí, parece que en Córcega es bastante común que haya rumiantes junto al mar. Una vez atravesada la playa-granja, el camino discurre entre sabinas. El color del mar es alucinante. 


Nuestro objetivo no es hacer el camino completo, nos conformamos con llegar a una torre genovesa (Torre di l'AAgneliu) y un cerrito cercano que promete buenas vistas. Desde allí, es visible el resto del camino hasta Macinaggio, el cual parece más plano y aburrido. 


No obstante, nos ha parecido un camino encantador. Regresamos sobre nuestros pasos y comemos algo dentro de la furgo, no sin antes despedirnos de nuestras amigas vacas anfibias.



Vamos al pueblo vecino, también costero, de Ersa, donde hay otra torre pero muy restaurada. Continuamos nuestro recorrido de pueblo en pueblo, flipando a cada paso con el paisaje y las casonas abandonadas: Rogliano, Luri, Cagnano, Portocciolo y finalmente Pietracorba, donde decidimos quedanos a dormir en el pijísimo camping “La Pietra”. Afortunadamente, por la noche amaina el viento.