domingo, 26 de agosto de 2012

KAILASH, LA MONTAÑA MÁS SAGRADA DEL PLANETA

Todas las religiones tienen sus lugares sagrados, sitios en los que se han producido importantes acontecimientos, revelaciones o martirios. Pero pocas veces convergen varias religiones en un mismo lugar. Cuando cuatro creencias, con cientos de millones de fieles creen que una montaña alberga la morada de sus Dioses, y es el centro del universo, es difícil evitar el sentimiento místico de que se trata de un lugar mágico. Y si, además, se tiene la fortuna de contemplar la infinita belleza de sus crestas, paredes y helados graderíos, ese sentimiento se transforma en certeza.






Budistas, hinduistas, jainistas y los antiquísimos bon consideran esta montaña sagrada. La tradición hindú afirma que la montaña es el linga (falo) del dios Shivá y el lago Manasarovar, situado en su valle, como la ioni (vulva) de su consorte Párvati. Según la descripción de los Puranas, el monte Kailāsh es el pilar y centro del mandala del mundo. Sus cuatro laderas están hechas de cristalrubíoro y lapislázuli. Tiene 84 000 leguas de altura. Está situado en el corazón de seis cadenas montañosas, simbolizando un loto indio. Los cuatro ríos que fluyen desde el Kailāsh fluyen a los cuatro extremos del mundo y lo dividen en cuatro regiones. Estos ríos existen, y son el Indo, el Brahmaputra, el Sutlej y el Karnali (afluente del Ganges). Con toda esta carga religiosa y antropológica, el valor paisajístico y, sobre todo, el deportivo, queda relegado a una excentricidad occidental.

Darchen (4.560 m), el punto de partida para el Kora. No es un lugar agradable. Además, el grandioso paisaje que lo rodea pone aún más en evidencia sus sucias y polvorientas calles. Tampoco ayuda a mejorar el ambiente los numerosos perros que deambulan por las calles. Según nuestro guía, en esta zona, los funerales celestes (consiste en trocear los cadáveres para que los buitres se coman a los difuntos) terminan siendo funerales caninos. Les gusta la carne humana... Antes de entrar al paraiso, hay que pasar por el infierno. 


12 DE AGOSTO. DARCHEN - MONASTERIO DIRA PUK


El amanecer nos premia con unas preciosas vistas del Gurla Mandata, una 'tachuela' de 7.728 m.




Una furgoneta nos acerca al primer punto de prostación (hay 4), ahorrándonos caminar por los alrededores de Darchen. Son las 8 y hace bastante fresco, se agradece entrar en movimiento. Una manada de perros cimarrones localizan un rebaño de cabras montesas y sale en su persecución. Sin duda, las cabras se encuentran en su medio natural, y no les cuesta mucho frustrar las aspiraciones de los perros. Tras el espectáculo de la jauría, nos adentramos en el valle del Lha Chu. Las montañas que tenemos a la izquierda nos hacen pensar en el Baltoro, no tanto por sus dimensiones como por su color. El día es luminoso, y el cielo de un azul cobalto. ¿Podemos pedir más a la vida?




Contrariamente a lo que imaginaba, no hay demasiados peregrinos. Sólo algunos tibetanos, pero ningún Indio. Pasamos algún monasterio, como el de Chuku, y varias ruinas de Chorten (estupas) destruidas durante la revolución cultural





Estamos ansiosos de contemplar el Kailash, y no tardamos mucho en contemplar su espectacular cara oeste.








Nos detenemos en un Tea House donde el guía y los porteadores almuerzan. Si bien el camino está bastante más limpio de lo que esperábamos, los alrededores de este punto de descanso están llenos de basura. Continuamos nuestro periplo ganando altura poco a poco.



Dirapuk es un monasterio destruido en la revolución cultural y reconstruido en 1985. En sus inmediaciones hay un campamento especialmente pensado para los peregrinos Indios, y que es nuestra meta para hoy (4920 m). Hasta aquí hemos tardado 5 horas, parando muchas veces y caminando lento. El desnivel es de unos 300m. 






Somos muy afortunados, y entramos en una especie de refugio metálico con unas amplias ventanas y que nos proporciona unas vistas espectaculares de la cara Norte del Kailash.




El tiempo comienza a empeorar, a la vez que llegan los peregrinos indios montados en caballos. Hay muchísimos.

En cuanto la climatología nos da un respiro, salimos hacia el glaciar de la cara Norte. El punto más cercano a la cumbre al que se puede llegar. Subimos a buen ritmo, adelantando a los Indios que, en general, están mal aclimatados. Empezamos a darnos cuenta de la trascendencia que tiene este lugar para los Hindúes, cuando vemos personas de avanzada edad, con cara de sufrimiento y que a todas luces no han estado nunca en la montaña, ascendiendo por la morrena del glaciar. Son gentes venidas de Delhi, Kalkota u otras poblaciones, cuyo clima y altura nada tiene que ver con los rigores del altiplano. Y llegamos al pie del glacial. A los pies de Shiva.






Un grupo de Hindúes está ya junto al hielo. Están realizando ofrendas a su Dios, en su mismo hogar.


Son muy simpáticos, y nos animan a unirnos a ellos, así como a hacerles fotos. Rezan, tiran rupias y semillas al hielo, queman incienso y fotografían un álbum de fotos de sus familiares junto al hielo. Supongo que será una forma de dotar de presencia a aquellos que no han podido ir.




No soy religioso. Ignoro si fue debido al entorno, a la profunda fe de los que allí estaban, o a que, realmente, esta montaña está hecha de algo más que de roca y nieve, pero se produjo un momento en el que, al abrazar el hielo, beber el agua del recién nacido Indo o construir un pequeño hito, sentía que todo ello era más trascendente de lo que aparentaba ser.


Allí quedo este pequeño montoncito de rocas. Espero que sigas por muchos años allí, repitiendo eternamente plegarias de felicidad, en las puertas de la morada de Shiva.

13 DE AGOSTO. DIRA PUK - ZUTUL PUK


Todos los trekking tienen su día clave, un nudo gordiano que determina finalizar victoriosamente, o regresar sobre los propios pasos. Hoy es ese día, el día en el que se debe atravesar el paso de Drolma – la (5630 m).

Amanece con muy mal tiempo. Al poco de salir, comienza a nevar. No hace mucho frío, y los copos se derriten nada más caer sobre nosotros, empapándonos al instante.




No podemos quejarnos. Los tibetanos que, a diferencia de los Hindúes, pasan el collado a pie, llevan ropa de lana o algodón. Son gente muy curtida, y nos hacen sentirnos delicados, bajo nuestros abrigos de Gore Tex.




Cuando llevamos un par de horas, comienzan a adelantarnos los Hindúes subidos en sus monturas. Pese a que ellos no van a pie, se hace patente en sus rostros que el paso del Drolma – la, especialmente con este tiempo, es una empresa muy dura.

La altura se hace notar. En otras condiciones, habríamos parado frecientemente a descansar, contemplar el paisaje o hacer fotos. No es el caso, y hay ganas de llegar al paso.


Para los Budistas, el pasar el Drolma – la representa un renacimiento. Claro que para volver a nacer antes hay que morir, y eso es precisamente lo que (simbólicamente) hacen en la roca Shiva – tsal. Cada fiel debe dejar algo propio allí, como un mechón de pelo, dientes o incluso una gota de sangre en un pañuelo.

Tras 3 horas de ascenso, alcanzamos el collado. Así lo anuncian las abundantísimas banderas de oración. Los Indios desmontan en ese punto y continúan el descenso a pie.




Los Budistas continúan a pie, después de haber renacido.

Nos conmueve observar a mujeres muy mayores caminando por los senderos nevados, ayudadas por porteadores o familiares. Algunos, lloran de emoción.

Unos cientos de metros más abajo están los lagos Gauri Kund (lago de la compasión). Supuestamente, los Hindúes deben bañarse en este punto, pero hoy no es día.



El descenso del paso lo hacemos con mejor tiempo. Deja de nevar, y una tenue neblina convierte el paisaje, hasta ahora hostil, en misterioso.




El camino es al principio muy vertiginoso. Al llegar a una Tea House, se convierte en una pista. Desde este punto hasta nuestro destino, Dira Puk, se hace largo. Llegamos a las 17h, han sido 9 horas de caminata y unos 600 m de desnivel.








Nos alojamos en una casita de piedra, no muy cómoda pero seca. Montamos nuestras particulares  'banderas de oración'.


14 DE AGOSTO. ZUTUL PUK - DARCHEN


Casi no he dormido. El estómago me ha dolido mucho y el aliento me huele a rayos. Al levantarme casi no tengo fuerza para atarme las botas. No hay más remedio que 'sufrir el deshonor' de que mi mochila sea llevada por los compañeros. Llueve y hace viento. Las dos horas y media de camino que restan a Darchen se me hacen interminables. Mientras camino, se me cierran los ojos. Un mal día, en el que no había grandes paisajes que ver y que, en cualquier caso, no habría apreciado.