lunes, 26 de noviembre de 2012

MONTAÑA VIRTUAL

Hace unas semanas, me sentí como un verdadero gañán durante un paseo por el Matagalls, al ver como mi móvil se reseteaba una y otra vez a causa del frío. En el smartphone (un Android) llevaba la cartografía, el track que debíamos seguir, la brújula e incluso la linterna. Ah, y en caso de que nos separásemos, por estas maquinitas también se pueden hacer llamadas. Eso me animó a escribir este relatillo, que ha sido publicado en el Desnivel de diciembre.Me identifico plenamente con el protagonista, pero todo es falso (excepto el olor del mapa de Gredos, aún lo conserva después de 2o años...)



!!!Mierda ¡¡¡¡¡. Otra vez me ha pasado lo mismo. He intentado descubrir la bandeja de la comida con la mano derecha y, !zas¡ la he vuelto a tirar. Jamás logro recordar el vendaje que llevo en esa mano. Tras retirar la tapa (nunca mejor dicho, es la segunda vez que la tiro en lo que llevo de día), percibo el familiar y entrañable aroma de una tortilla de atún.





De los cinco sentidos, es sin duda el gusto el que es capaz de traerte recuerdos de manera más nítida y rápida. Y el olor a tortilla de atún, porta ante mis ojos aquel mapa de Gredos que convivió junto a un bocadillo en el bolsillo de mi mochila Altus.... hace muchos, muchos años, cuando los mapas eran de papel y la comida nunca era liofilizada.

Ahora, todos los sabemos, nadie llevaría consigo comida de esa que hay que cocinar ni, mucho menos un mapa ‘físico’ (o sea, de papel). Claro, que si aquel domingo fatídico lo hubiera llevado... no os estaría contando esta historia, ni estaría ahora en la aséptica habitación de un hospital.

La excursión estaba planificada a conciencia. Quería hacer una matinal por el Puigmal, así que procedí como se debe hacer en estos casos: colgando en el foro de ‘Ciberclimbing.es’ una entrada pidiendo a la comunidad de Ciberclimbers información sobre una ruta chula en esta montaña. No tardaron ni dos horas en responder varios amigos (bueno, en realidad nunca los he visto, pero yo los llamo así). Iceaxe, uno de los más activos en la red, me mandó un enlace a ‘Wikiloc.com’ con una ruta que pintaba, muy, pero que muy bien. Para confirmarlo, y para que no creáis que soy un crédulo, miré la puntuación que le daban en ‘Climbadvisor.net’. !Nada más y nada menos que 9.45 puntos sobre 10¡. Inmediatamente, me bajé el track del Wikiloc, y puse el emule a descargar el mapa digital del Puigmal. También miré la previsión del tiempo en varias Web. No daban muy bueno, pero en ‘Accurateweather.ly’ decían que entre las 9:23 y las 12:57 UTC, habría una ventana de buen tiempo en esa zona. Así que ya tenía todo lo que necesitaba. Traspasé todo a mi smart phone y a dormir.

A las 9:00 me encontraba en el parking de Fontalba. Consulté el pedazo teléfono, y en Accurateweather corregían la previsión de ayer. Tendría buen tiempo de 9:07 a 12:54. Así que, aunque hiciera un día de perros, !ala¡, a caminar. En Accurateweather nunca fallan. Nada más bajar del coche, puse a grabar el track que me ayudaría a volver sobre mis pasos en caso de retirada. Como ya os he dicho, soy superprudente. La niebla y la ventisca no dejaban ver el itinerario ‘físico’, pero, con mi programa ‘Trackfinder’ no hay problema. Miro la hora, y según mi móvil son las 9:34. Qué raro, tenía que haber llegado ya la famosa ventana. Progreso con gran esfuerzo abriendo huella en la nieve, y pienso que más me habría valido entrenar a perder el tiempo buscando en la red cómo entrenar. Saco de nuevo el movil para ver si estoy tan perdido como me lo parece. Desbloqueo la pantalla, localizo el icono de la app y... ¡maldición! !mi guante no es capacitivo¡. Me lo quito y, torpemente, abro con mi dedo (capacitivo) la fabulasa aplicación Trackfinder. Me confirma que estoy en casadiós. Gracias a la app ‘Mountain Compass’ consigo localizar el norte, y  gracias a ‘Real time watch’ compruebo que es tardísimo. No os creáis que perdí el control de mi mismo. A ello me ayudó un whatsapp de Iceaxe (al que no tengo el gusto de conocer personalmente) con un simpático emoticón. Cuando sí que perdí el control totalmente, fue la quinta vez que saqué el móvil y, consiguientemente, la mano del guante, y éste último decidió salir volando. No hay app en el google market que pueda evitar semejante tragedia. El intenso frío, la niebla y la ventista hizo que la mano se me agarrotara como si fuera madera. No conseguía pulsar nada coherente en el teclado capacitivo. A falta de puntería dactilar, probé con la nariz, pero sólo conseguí un mocazo ‘físico’ en mitad de mi mundo virtual. Y, sí, amigos, llegó ese trágico momento que todo montañero ha tenido en las peores pesadillas. !Se agotó la batería¡. !Qué desgracia¡. No podría despedirme de mis amigos de la red (a los cuales no les he puesto nunca cara), hacer una entrada en el facebook anunciando al mundo mi desaparición ‘física’ o amenizar la tediosa agonía con una partida de Angry Birds. Ya véis, una persona hipersocial como yo, con más de 200 amigos en el facebook, muriendo sólo. En esas disquisiciones estaba cuando me pareció ver a lo lejos unas siluetas. Instintivamente, eché mano al bolsillo, en busca del móvil y, más concretamente, de la aplicación ‘Emergency Flash Light’. A falta de de ello, emití un ‘físico’ berrido que habría llamado la atención al mismísimo San Steve Jobs (QPD). Gracias a Dios, esas dos siluetas cambiaron su rumbo hacia mi. Eran una obsoleta pareja de intecnificados, que, afortunadamente, disponían de un precioso mapa ‘físico’ de Alpina, sin olor a tortilla de atún. Este olía a gloria.