viernes, 13 de octubre de 2023

Queyras y (un poco de) Ecrins

Volvemos a los Alpes por segunda vez este verano. Nuestro destino inicial se situaba más al sur, con la Brecha de Rolando y la zona de Gavarnie como objetivo.

 


Pero, echando cuentas, tardábamos casi lo mismo en llegar a Pont de Espagne que al macizo de Queyras, así que no nos lo pensamos demasiado y optamos por Alpes. Es 11 de agosto de 2023 y nos morimos de ganas de retomar la "van life" en los esta gran cordillera.

De camino a nuestro primer objetivo, nos detenemos en Barcelonnette, la ciudad que da acceso a los Alpes de Mercantour. 

Ya la habíamos visitado hace unos años, pero, pese a conocerlo, nos sorprendió el curioso influjo mexicano que lo inunda todo y que, todo sea dicho, sirve como un potente reclamo para los visitantes.

Arqueología bélica: Restos de la Línea Maginot en los Alpes

En 2019 visitamos la zona de Saint-Ours, al este de Barcelonette. Mientras observábamos la entrada a un bunker situado en las mediaciones del pueblo, nos llevamos un buen susto cuando, de repente, se accionó el puente levadizo sobre el foso y salieron unos visitantes. 


En ese momento decidimos que queríamos verlo. Cuatro años más tarde, tuvimos la oportunidad de entrar en un interesante y claustrofóbico laberinto bajo la montaña.

El bunker de Saint-Ours Haut forma parte de la Línea Maginot , situada en la comuna de Val d'Oronaye, en el departamento de Alpes de Alta Provenza. Se trata de un enorme bunker artillado, cuyo fuego, cruzado con el de Roche-la-Croix (en la ladera contraria), debía impedir la salida del Col de Larche por el valle de Ubayette.

Excavado en la roca, construido con hormigón armado y acero, la estructura se encuentra enteramente bajo tierra, protegiendo así a los equipos y al personal. Sólo son visibles los bloques de combate, formados por troneras o campanas blindadas.


En el interior, las galerías albergan las zonas habitables: cuarteles, almacenes, central eléctrica. La línea Maginot de Ubaye se distinguió durante la ofensiva italiana de junio de 1940.


Un francés muy puesto en la historia del Bunker (y de lo aconteció cuando estaba operativo) nos recibe en la entrada y nos explica con todo lujo de detalles cada uno de los rincones dentro y fuera de la fortaleza.


Impresiona saber que en él llegaron a habitar más de 200 personas. Para que todo funcionará contaba con un complejo sistema de depuración de aire, grupos electrógenos, depósitos de agua, combustible, enfermería etc.


La visita dura algo más de lo esperado. Llegamos a la furgo y ponemos rumbo a Fouilluse

 Refugio Chambeyron y Tete de Frema (3.1 51 m)

El objetivo, es subir a un 3.000 muy sencillo, la Tete de Frema (3.1 51 m), haciendo noche en el Refugio Chambeyron. No es imprescindible pernoctar en la montaña, pero acometer la ascensión en un día puede resultar algo largo.

Hoy es domingo y hay muchísima gente caminando, bastante más de la esperada. No habíamos caído en que para los franceses también es puente, y como pasa en España, estos días son los menos activos (laboralmente hablando) del año.

Nos cuesta algo encontrar aparcamiento. Salimos a una hora no muy buena para comenzar a caminar. Son las 14.30 y hace un calor de justicia. Para amenizar, cientos de moscas nos acosan sin piedad… Menos mal que a ratos hay algo de brisa que además de refrescar, se lleva a los pesados dípteros lejos de nosotros.

El entorno es muy calizo, y por tanto, muy seco. Pero las formas de las montañas cercanas son espectaculares.

Una gran parte del camino al refugio transcurre por praderas donde hay una enorme cantidad de edelweiss,. Nunca habia visto tal concentración de estas emblemáticas flores. Preciosos.

Ya cerca del refugio, se divisa la mole càrstica del Brec de Chambeyron. Por más que lo miro no alcanzó a trazar una vía normal medianamente factible.


El Refugio de Chambeyron está a 2.626 m, junto al Lac Premier. No es una construcción especialmente estetica, pero cumple su cometido. Una de las encargadas del refugio (todo el staff es femenino) se pone muy contenta, ya que puede hablar en español. Según nos dice somos los primeros que pasan por allí desde que está trabajando. 

Nos tomamos un sirope y hacemos algo de tiempo hasta la hora de cenar. Charlamos un rato con unos holandeses que están haciendo ruta, y con varios franceses, muy majetes.

La cena consiste en pure de lentejas o algo así, y arroz con una especie de salchichas que, según nos comentaron, son típicas de Reunion. 

Nos gusta mucho ir (de tanto en tanto) a algún refugio. El ambiente en estos pequeños refugios franceses es muy familiar y agradable. Nos reafirmamos de nuevo en nuestra idea de que los franceses, en general, son gente amable y simpática.

Después de cenar, se pone a llover. Las nubes liquidan nuestra idea de ver las lágrimas de San Lorenzo, pero a cambio nos premia con un arco iris sobre el Brec de Chambeyron que no olvidaremos.

Nos levantamos a las 7 y desayunamos lo típico de los refugios: pan (chicloso) con mantequilla y mermelada. Comenzamos el camino a eso de las 8, con fresquito. Hace un día magnifico.

Las montañas que nos rodean nos recuerdan mucho a los Picos de Europa.  Pasamos por varios lagos. El Lac Long, Lac de l-Etoile y finalmente el Lac des Neuf Colours. Este último es el mayor y tiene realmente unos colores espectaculares. 

Desde allí podemos distinguir la cumbre. Para llegar a ella, debemos alcanzar primero el Col de la Gypiere, de 2.948 m, paso previo a la cumbre.  El camino es muy bueno, si tenemos en cuenta que se trata de una montaña de altura considerable.

Las vistas son preciosas. El Brec destaca al Sur, y bastante más lejano, el omnipresente Monviso. No hace nada de frío en la cumbre, por lo que aprovechamos para descansar algo antes de acometer el descenso.

El camino es común hasta el Lac Long. Cogemos en ese punto un sendero que transcurre junto a los contrafuertes del Brec de Chambeyron. 



En el descenso, pocos kilómetros antes de finalizar, hay unos búnkeres de la línea Maginot

Continuamos nuestro periplo. Tomamos dirección al Col de Agnel, pasando previamente por el Col de Vars. Paramos a dormir en un parking en las primeras rampas del puerto.

Remontamos lo que nos queda hasta el Col de Agnel y llegamos hasta el primer pueblo italiano con la sana intención de tomarnos un capuchino. Chianale es una pintoresca población a la que después volveremos para verla más en detalle. Satisfecha nuestras ansias de cafeína  (de calidad), volvemos a Granges del Rio, una curva del puerto donde aparcamos para acometer la ascensión de Pointe Joanne, de 3.052 m.

Pointe Joanne (3.052 m)

El camino discurre íntegramente por el Valle de Soustra. Se trata de un valle muy amplio, donde la ganadería extensiva de bovino parece ser la actividad principal.

Los primeros 3,5 Km son bastante planos, y no se supera un gran desnivel. A partir de ahí, y hasta el Colle Rosetta  (2.872m) se empina algo más, siendo los últimos metros hasta alcanzar el paso los más duros.

Atravesar el collado, si hay buena visibilidad, es una experiencia difícilmente olvidable. Frente a nosotros, y a muy poca distancia  (2,6 Km en línea recta), está el colosal Monviso, de 3.841 m. 

A su izquierda, siguiendo una escarpada cresta, se encuentra el Visolotto, una pirámide perfecta de 3.348 m.

Monviso es uno de los picos más prominente de los Alpes, alcanzando los 2.062 m, la décima más grande de la cordillera. (La prominencia de una montaña es el valor del desnivel que por fuerza es necesario descender desde la cima de una montaña para alcanzar la cima más cercana). Esto provoca que Monviso sea visible desde casi todas partes.

La vía normal al Monviso transcurre por la vertiente sur, y no es visible desde nuestra ubicación (vemos la cara oeste). Cuesta imaginar cómo puede accederse a semejante cumbre sólo superando unas trepadas fáciles (PD+).

Tras extasiarnos con las vistas, retomamos el ascenso. Éste, transcurre por la loma SW de la Pointe Joanne sin ninguna dificultad, y siempre acompañados de unas vistas tremendas de Monviso a nuestra derecha.

Llegados a la cima, las nubes que hasta hace unos minutos decoraban el paisaje pasan a ocultarlo totalmente.

Es entonces cuando somos capaces de observar la belleza de las modestas cumbres cercanas en la arista Oeste de la Pointe.

El descenso discurre por la misma ruta, y se hace algo largo.

Tal y como habíamos previsto, visitamos Chianale. El pueblillo está super animado, y merece la pena recorrerlo. 

Entramos en un pequeño museo donde se exhiben trajes antiguos, cofias y demás artesanía popular. Un par de pequeñas iglesias son también dignas de visitar.

Aparcamos la furgo ya con poca luz junto a un pequeño laguito cerca del Col Agnel

Estamos a 2.600 m. Desde allí es visible el Pain de Sucre, el cual escalamos en 2.020, y el Pic d'Asti, el cual queremos ascender en cuanto podamos.

Pic de Caramantran  (3.021 m)

Hoy nos hemos propuesto ir “de tranqui” y nos inclinamos por hacer una ascensión express a un tresmil. Se trata del Pic de Caramantran  (3.021 m), y la condición de “express” se la da el punto de partida. Comenzamos a caminar cerca del Col Agnel, a 2.700 m. 

La ruta comienza en el primer parking de la vertiente francesa. Sigue un camino que, sin pérdida ni mayores complicaciones, alcanza el Col de Chamoussiere  (2.882). Allí, un simpático francés jubilado nos informa sobre las cumbres cercanas. Continuamos sin mayor problema a la cumbre.

Para regresar continuamos el camino que discurre (sur) hasta el Col de Saint Verán.

Distinguimos perfectamente el itinerario que hicimos por la zona de Saint Verán en 2020, el Tour de la Tete des Toillies.

La Tete des Toillies es una preciosa aguja rocosa de 3.175 m de altitud, y el citado tour la rodea. Se aprecia perfectamente el trazado del camino que desciende del Col de la Noire, donde nos mojamos bastante, y el Refugio de la Blanche, en el fondo del valle.

Desde el Col de Saint Verán hasta el Col de Chamoussiere el camino es básicamente plano y bastante menos frecuentado. Desde ese punto, volvemos sobre nuestros pasos, pero desviándonos al propio Col Agnel y no al parking, con la intención frustrada de comprar unas ricas gominolas en un puesto que hoy no está.

Cogemos la furgo y descendemos el puerto por la vertiente francesa. Todo nos resulta familiar: Molines en Queyras, el Fort de Queyras… y el Col d’Izoard, hacia donde nos dirigimos, y que encontramos tan bonito y espectacular como siempre. 

Un tresmil también muy prominente, Pic de Rochebrune, se asciende desde el Col, pero hay carteles desaconsejándolo por peligro de desprendimientos. Paramos a dormir en un área de pago cerca de Montgenevre.

Tour de Cerces

Nuestro plan inicial para hoy era ascender al Mont Chaberton, un tresmil que tiene la particularidad de albergar las ruinas de unas baterías de artillería. Sin embargo, el tiempo es más que dudoso y nos planteamos otro recorrido a menor cota y (aparentemente) más sencillo.

Nos desplazamos al Val de la Claree, concretamente hasta Nevache. Se trata de un valle muy turístico y frecuentado, en el cual han habilitado unas “navetes” para evitar pollos con los coches. No estoy nada convencido con ir a un lugar tan turístico, pero, objetivamente, es la mejor opción para hoy.

Tomamos la navete, y bajamos en la última parada, el Refugio de Laval. Hay bastante menos gente de la esperada, quizás por lo incierto de la meteo.

Nuestra intención es hacer el Tour de Cerces. Se trata de una ruta circular entorno a la Pointe de Cerces  (3.098 m). Tiene dos atractivos: se pasa por muchos lagos, y es una zona geológicamente muy interesante, en un entorno kárstico salvaje donde también se encuentran rocas metamórficas  (granitos). Comenzamos el recorrido superando una pendiente muy mantenida hasta el Lac des Beraudes, a unos 2.500 m de altura.

El lago es de un azul intenso, y se encuentra inmerso entre ásperas montañas calizas.

Hasta el lago hemos encontrado bastante gente. A partir de aquí, disminuye considerablemente el número de caminantes. Bordeamos el lago siguiendo el camino que lo recorre por el sur. Poco después, la ruta discurre por empinadas laderas de grava, y en algunos casos el camino es francamente estrecho y empinado. Hay que ir con cuidado.

Nos tranquiliza cruzarnos con algunos excursionistas muy mal equipados (incluso con chanclas), pero poco después nos encontramos con un paso de cable que nos hace pensar cómo diablos han pasado por allí.

Llegamos al Col de Beraudes  (2.770 m), lo que implica unos 700 m de desnivel. 

Los primeros centenares de metros del camino que baja desde el collado por la vertiente sur son bastante vertiginosos y, de nuevo, es necesario prestar mucha atención. Especialmente en un destrepe, equipado con cable.

Ya en terreno seguro, tomamos el bocata y continuamos hacia nuestro siguiente hito, el Col de Ponsonniere  (2.613 m). El paisaje en esta zona es espectacular, y pasamos por unas pequeñas lagunas llenas de algodón de los Alpes y unas preciosas mini-ranas.

Una vez en el Col, tomamos dirección norte por un camino mucho más transitado. Llegamos así al Lac des Cerces, donde hay mucha gente  (comprensiblemente). 

El lago es bastante grande, y de, relativamente fácil acceso. Tras otro refrigerio, y con el tiempo cada vez más favorable, seguimos por el camino, muy transitado, que lleva al Col de Cerces  (2.574 m). Flipamos con una gravel que bajaba por allí como si nada, y con dos bicis eléctricas (una de las cuales sufrió una caída y tuvimos que atenderle por un golpe en la tibia, nada grave). Desde el Col es visible el camino que sube a la Pointe de Cerces.

Al poco tiempo pasamos junto a dos lagos, el Lac du Grand Ban y el Lac Rond. Paramos un ratillo junto al Lac du Claree, donde aprendimos que a las ranas no le gusta la mortadela. 

El Bunker Ouvrage des  Rochilles nos recuerda que estamos en zona fronteriza, y no siempre ha habido buena relación ente vecinos.

En el Refuge des Drayeres paramos a tomar el tradicional sirope (yo elegí uno de violetas, suena bien, pero sabe mal).


A partir del refugio puede regresarse por la pista o (mejor) por un camino que va más o menos paralela a ella, a la derecha. Llegamos algo cansados hasta el Refugio de Laval, donde cogemos inmediatamente la Navete hasta Navache. Aparcamos cerca del Col du Lautaret.


Pic Blanc du Galibier  (2.954 m)

Subimos hasta cerca del Col du Galibier, junto al Refugio del mismo nombre. Hoy toca ir volviendo hacia casa, y no es plan meterse en una caminata larga o complicada. Tomamos un café en el refugio  (más bien una cafetería de carretera) y comenzamos nuestro camino de hoy, que va al Pic Blanc du Galibier  (2.954 m).

El Grand Galibier  (3.228 m) es complicado desde aquí. La ruta normal va por el Col de la Ponsonniere, que pasamos en la ruta de ayer. Pero tienta  (y mucho) subirlo.

El camino en un principio es común a otro piquillo cercano, el Petit Galibier Ouest. No llegamos a subirlo, sino que rodeamos su cumbre por el norte hasta alcanzar la cresta que lleva a nuestro objetivo.

Hasta aquí, el caminillo es algo estrecho y en algún momento empinado y resbaladizo. Decidimos seguir a plena cresta, pero al poco vemos que puede ser peligrosillo y nos escaqueamos haciendo algún flanqueo para luego volver a ella. Los últimos 100 m son un zigzag por la ladera Este del  Pic Blanc du Galibier. 

Tenemos un pequeño percance con el hito que marcaba la cumbre y que se derrumbó al tocarlo, golpeando la mano a Ester. 

Desde la cumbre las vistas son muy amplias, y abarcan desde La Meije, la Aiguille d’Arves y el Grand Galibier.

Decidimos ir “a lo seguro” y bajamos por un camino mucho mejor que discurre por el sur del Petit Galibier Ouest. El problema es que este sendero finaliza a algo más de 1,5 Km del lugar donde hemos aparcado (tampoco es un problemón)

Con esta ascensión damos por finalizada la actividad montañera. Pasamos por Le Bourg-d'Oisans, un pueblo que conocemos y que nos gusta mucho para luego llegar al mítico Saint Paul Trois Chateaux, donde pasamos la noche. 

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