jueves, 3 de noviembre de 2016

Plosky Tolbachik (3.085 m)

Nuestra primera ascensión en Kamchatka fue como visitar un museo con las luces apagadas. Algo vimos, pero sobre todo lo que hicimos fue imaginar: cómo sería el gigantesco Klyuchevskaya Sopka (4.750 m), cuan profundo era el cráter del Plosky Tolbachik... 




Por cierto, que en este museo a ciegas que era para nosotros el Tolbachik, había goteras, muchas goteras.


El Plosky Tolbachik (Tolbachik llano), está situado a unos 350 Km al Norte de Petropavlosk. Su hermano mayor, el Ostry Tolbachik (Tolbachik afilado), de 3.682 m es una montaña espectacular, cuya ascensión está fuera de los circuitos habituales.


Fue nuestra primera montaña de la península, y en cierto modo, marco el carácter y temperamento que vivimos en el resto de ellas. Desde Petropavlosk hay que enfilar al norte, por la carretera principal que discurre entre las dos cordilleras, junto al río que recibe el mismo nombre de la península. Precisamente en uno de los puentes que cruza el río Kamchatka nos percatamos de cuan cercanos y abundantes son los osos por estas tierras.


El paisaje es monótono y grandioso a la vez. Un bosque ininterrumpido de abedules y montañas sospechosamente cónicas al fondo configuraban el escenario que veíamos a través de las ventanillas.
En Milkovo visitamos un interesante museo donde se explica la vida, naturaleza e historia de Kamchatka.


Paramos para dormiren Kozyrevsk, al pie del Klyuchevskaya al cual no llegamos a ver. Aquí pudimos disfrutar de una banya o sauna tradicional Rusa, en la cual no faltaba un cubo de agua gélida que veíamos avocados a arrojarnos a nosotros mismos. La presión del grupo, ya se sabe…

Llueve toda la noche, una lluvia acompañada de viento que hace al entorno volverse algo más hostil de lo que era el día anterior. Tras cargar el camión, enfilamos al Tolbachik.


Pronto nos damos cuenta de por qué necesitamos semejante tanque: la pista, casi un cortafuegos, sube en línea de máxima pendiente por las laderas boscosas y enfangadas del volcán. Pasamos un río como si tal cosa, y al poco, junto a una colada de lava que atravesó el bosque durante una erupción reciente.
A medida que ganamos altura, desaparece la cubierta forestal y aflora el suelo, un suelo negro y arenoso que finalmente acaba por adueñarse enteramente del paisaje.


Añoramos tener algo más de visibilidad, pero lo poco que alcanzamos a ver nos resulta espectactular.
Llegamos al CB, compuesto por una especie de refugio/cabaña de madera y un buen número de tiendas.


Al día siguiente el tiempo no mejora en absoluto. Hoy tenemos previsto ascender a los dos cráteres que se formaron en la erupción de 1.975.


La visibilidad es muy escasa, pero pese a ello, el olor a azufre y la temperatura del suelo en algunos puntos nos recuerdan dónde estamos.


De camino al campamento, hacemos parada en el ‘dead forest’, una superficie forestal que fue cubierta de cenizas y escoria en las erupciones de 1975-76. En un primer momento, los árboles consiguieron sobrevivir, pero hace ya tiempo que murieron, dejando un paisaje devastador.


El 2 de agosto no se diferencia mucho del 1 de agosto en lo que al tiempo se refiere. Pero estamos decididos y motivados de ascender al Plosky Tolbachik.

Hay dos Tolbachik. El Ostry (afilado), de 3.682 m, y su hermano menor, el Plosky (llano) de sólo 3.085 m.  Nuestro objetivo, el segundo de ellos.


El camión nos acerca hasta el Campo de Lava, el cual atravesaremos en cuatro ocasiones en estos días. Comenzamos a caminar por la izquierda (en el sentido del ascenso) para cruzarlo posteriormente. Unas marcas de pintura ayudan a no despistarse en este inhóspito lugar.


El Campo de Lava del Tolbachik es uno de los lugares más impresionantes de los que hemos vistado.
Las formas de la lava, su color y textura son (y perdón por lo manido de la expresión), absolutamente mágicos. El negro abunda (lógico), pero también destacan los tonos rojizos y cobres.


Y en cuanto a la textura, hay algunas formaciones que parecen enteramente plástico derretido.


Otras, curdas o telas plegadas.


La sensación es la de progresar por un glaciar petrificado.

Pasado el Campo, comienza la lluvia.  Poco después, se remonta un torrente en un paisaje de morrenas, mucho más familiar para nosotros. Eso sí, las bombas que encontramos de vez en cuando delatan la naturaleza volcánica en la que nos encontramos.


Se llega así a un plató amplio donde habitualmente se come algo y descansa. Pero la lluvia y el viento nos animan a no hacerlo. Tras discernir un rato, decidimos continuar.
Al finalizar el plató se toma el espolón que, a la izquierda, nos llevará al borde del cráter.


Los últimos metros se hacen algo duros, más por las condiciones que por la dificultad.
… y ahora es cuando en cualquier relato de montaña que se precie se dice algo del tipo “Pero pese al esfuerzo y el sufrimiento, el grandioso paisaje que divisamos desde la cumbre nos hace olvidar todas las calamidades pasadas”. Pues no. En este caso, los 1.500 m de desnivel superados no tuvieron más recompensa que la de ser el final de la cuesta.


Durante el descenso, el tiempo es algo mejor. En un momento dado, percibo algo extraño en los primeros de la fila, algunos cientos de metros delante nuestro. Nuestro guía Vytaly desenfunda rápidamente el spray anti-osos (qué tranquilidad…).


Según parece, dos de estos simpáticos animalitos se han cruzado a pocos metros. ¿Qué pintan aquí estos super depredadores?. Ni idea, pero teniendo en cuenta que sólo hay piedras en varios kilómetros a la redonda, somos sin duda lo más apetitoso del lugar.


Descansamos cerca del Campo de Lava. Estamos razonablemente secos e incluso nos hemos quitado los impermeables. Tras cruzarlo, comienza a llover. Al poco tiempo, diluvia. Llegamos al campamento empapados, cansados y bastante hambrientos.



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RESUMEN 

Altura mínima: 1.322m
Altura máxima: 2.832 m
Desnivel acumulado: 1.475 m
Tiempo neto: 8h 30’



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